Además del relato bíblico sobre la emblemática batalla del joven pastorcillo David contra el gigante Goliat, la épica también quedó extraordinariamente plasmada en la obra del prolífico pintor italiano Tiziano Vecellio. Ahí se recrea la batalla de aquel temible y feroz guerrero, de pesada y reluciente armadura, inexpugnable escudo y mortal espada y lanza, enfrentado al pequeño David. Este hasta entonces había pasado inadvertido, siendo el menor de sus hermanos a quienes apenas les llevaba comida mientras permanecían destacados en el ejército de Israel. Un día, llegado al campamento, David oyó el desafío con el que todas las mañanas Goliat retaba a los temerosos soldados israelíes. Ante semejante bochorno el joven pastor preguntó: porqué nadie defendía a Israel.

El rey Saúl se enteró de la convicción de David hijo de la tribu de Judá, y mandó traerlo. Puesto ante el Rey, este le expresó que no tenía miedo de luchar, pues cuidando sus ovejas había matado ya a un león y a un oso, y estaba convencido que su fe lo protegería. Decidió luchar sin la incómoda y desacostumbrada armadura, apertrechado únicamente de su honda, cinco piedras lisas que puso en su bolsón y su cayado. Así fue a enfrentarse a Goliat. Luego, tras un duro intercambio de expresiones, y antes de estrechar peligrosamente la distancia a un desigual y mortal enfrentamiento físico, David blandió su honda enérgicamente, asestando un certero disparo y cuya piedra quedó profundamente incrustada en la frente del gigante, quien se desplomó aparatosamente, lo que provocó el júbilo israelí y la estampida filistea.

El psicólogo canadiense Malcolm Gladwell, escritor y otrora periodista del Washington Post, recoge magistralmente en su libro sobre geopolítica, “Las Claves del Éxito”, la hazaña de David. En él, centra su hipótesis en que desde el principio el éxito de David siempre estuvo asegurado, porque el joven no era ningún improvisado, sino más bien habilidoso y experimentado en el manejo de la honda. Además, supo aprovechar el terreno y la distancia, dominando el arma apropiada, y evitó pesadas armaduras que le restaran agilidad y destreza. No debe olvidarse también que ya había enfrentado fieras peligrosas con esta arma que demostraba ser superior por su largo alcance, sofisticada para su época y apropiada para las circunstancias. Esta le permitió combatir sin caer en el peligroso contacto físico, principal ventaja del temido adversario, que dependía exclusivamente de su fuerza bruta en la batalla cuerpo a cuerpo. El tamaño de Goliat resultó inútil y más bien ofreció el mejor flanco ante el dominio, alcance y precisión de la honda de David.

Esta hazaña de David con frecuencia es recordada al enfrentar adversarios poderosos que juegan sucio y disponen de abundantes recursos. Tal es el caso de la omnipotente dictadura de Bukele, un Goliat de nuestra época, que controla el Ejecutivo, el ejército, la policía y los aparatos de inteligencia, como afilada espada, lo que le permite ejecutar así el prolongado Régimen de Excepción. Con este reprime, intimida y ejerce control sobre Organizaciones de la Sociedad Civil, tanques de pensamiento, ONG, medios de comunicación, periodistas independientes, críticos y partidos de oposición. El poder legislativo es su punta de lanza para imponer leyes ajustadas a su interés. Así mismo, se escuda en la Corte Suprema de Justicia y en el sistema judicial. También domina la Fiscalía General de la República y subyuga al Tribunal Supremo Electoral y a la Corte de Cuentas. Su principal fuerza bruta es la poderosa maquinaria mediática financiada con recursos públicos, desde donde controla la comunicación, sobre todo en redes sociales.

Una novedosa y joven oposición desde la sociedad civil debe escalar aceleradamente a mayores niveles de unidad, en la acción para construir un Frente Amplio. Debe definir su agenda mínima y develar las figuras, preferentemente una guerrera y un guerrero, listas para la batalla electoral. Se trataría de una sola candidatura presidencial surgida de las organizaciones de la sociedad civil. Es urgente salir de la dispersión para articular la ofensiva social, política y electoral. La figura de un David debe ser capaz de enfrentar el descomunal poder que concentra Bukele, quien al mejor estilo de Goliat asume un control omnímodo insaciable de más poder para perpetuarse en el Gobierno, encubrir la corrupción, evitar la rendición de cuentas y evadir los ineludibles procesos judiciales que en su momento llegaran, por abuso de autoridad, uso y abuso de recursos del Estado con fines políticos electorales y graves violaciones a los derechos humanos.