Han transcurrido dos semanas desde que el mandatario salvadoreño, utilizando todos los recursos a su disposición, se presentó en lo que debería haber sido un escenario para rendir cuentas y, sobre todo, presentar propuestas de solución a los problemas que afectan a la mayoría de la población. Sin embargo, una vez más, fue una oportunidad desperdiciada para abordar los desafíos que acosan a El Salvador.

Lamentablemente, esta situación no es nueva. Uno de los “logros” destacables de la actual administración es haber logrado que el debate público se enfoque en cualquier cosa, excepto en los problemas concretos que afectan a las personas y, sobre todo, en las soluciones.

¿Qué se ha hecho realmente para contar con un transporte público moderno, eficiente y efectivo? ¿Por qué el tráfico empeora cada vez más? ¿Por qué persiste la escasez de medicamentos y la falta de personal en los hospitales, a pesar del creciente aumento de la demanda en el país? ¿Qué medidas se están tomando para revertir la disminución de las tasas de matrícula? ¿Por qué aún no se han universalizado los servicios básicos como el acceso al agua potable, saneamiento y electricidad? ¿Cuáles son las propuestas para cerrar las brechas de género? ¿Qué planes se están considerando para mitigar y adaptarse al cambio climático? Y así se podría continuar con múltiples interrogantes.

Y qué decir del tema económico. En cadenas nacionales se llegó a afirmar que el país sorprendería al mundo con su plan económico, pero los resultados han sido desalentadores: El Salvador es el país que menos crece en Centroamérica, tuvo un saldo negativo en la inversión extranjera directa, mientras que la pobreza, la pobreza extrema y el hambre han experimentado un aumento alarmante.

Pero, lamentablemente, el presidente optó por mantener un silencio ensordecedor sobre estos temas cruciales. Debería ser indignante que, en un momento en el que la gente necesita soluciones, el presidente Bukele haya decidido ignorar por completo estos problemas. Llegó al extremo de no pronunciar ni una sola palabra sobre los temas económico y social en su discurso, lo cual demuestra una insensibilidad alarmante hacia las necesidades más urgentes de la población. ¿Cómo puede un presidente justificar tal omisión mientras la población sufre?

En cambio, el presidente Bukele centró su atención en anunciar reformas políticas que solo buscan perpetuar su propio poder y allanar el camino hacia una reelección presidencial inconstitucional. La reducción de diputados y municipios puede sonar bien en teoría, pero en realidad es una cortina de humo para ocultar sus verdaderas intenciones: consolidar su control sobre el país y terminar de socavar los contrapesos democráticos.

Es evidente que el presidente Bukele está más interesado en su ambición personal que en el bienestar de la gente. La falta de propuestas económicas y el enfoque exclusivo en la reforma política demuestran una falta de compromiso real con los problemas que afectan directamente a la población. La ciudadanía está cansada de discursos vacíos y promesas incumplidas. Pero en cambio reafirma que la prioridad para el actual gobierno es concentrar y mantenerse en el poder por un tiempo indefinido.

La situación económica y social de El Salvador exige liderazgo, conocimiento y acciones concretas para usar el poder en beneficio de la población, especialmente de quienes la están pasando peor. El aumento de la pobreza, la pobreza extrema y el hambre no pueden ser ignorados mientras se persiguen agendas personales. Es imperativo que el presidente Bukele reconozca la gravedad de la crisis y presente un plan económico y social sólido y creíble que atienda las necesidades de los más vulnerables. Ya solo le queda un año para ello, las excusas a estas alturas salen sobrando.

Hasta ahora, el presidente ha demostrado ser un experto en comunicación y manejo de redes sociales, pero su habilidad retórica no puede ocultar los problemas reales que enfrenta el país ni puede disfrazar las carencias de políticas públicas. Gobernar únicamente a través de tweets y declaraciones grandilocuentes no es suficiente.