Un poema de Lord Alfred Tennyson inspirado en una crónica escrita por el corresponsal del Times en Londres, sobre la batalla de Balaclava en la península de Crimea el 25 de octubre de 1854, también conocida como la Carga de la Brigada Ligera, integrada por 600 jinetes británicos enfrentada a la artillería rusa pertrechada en una colina, logró impactar a la opinión pública ante el cúmulo de errores que condujeron a la masacre de esta unidad de caballería, llegada a Crimea precedida de logros militares alcanzados por el imperio británico en la India.

La carga británica a través de un valle rodeado de fuerzas enemigas, y cañones logró alcanzar el objetivo, sin embargo murieron más de la mitad de los jinetes, y una cuarta parte de ellos cayeron heridos en su temerario recorrido. Al final, los rusos se retiraron ante la participación del ejercito francés que logró inclinar la victoria a la alianza conformada por el Imperio turco y Gran Bretaña contra las pretensiones del Zar Nicolás I, también rey de Polonia y Gran Duque de Finlandia por expandir su territorio hasta Sebastopol, controlar el Mar Negro, los Balcanes y tomar Estambul, tal como lo había intentado su predecesor Pedro I a finales del siglo XVII.

En aquella Inglaterra gobernada por la reina Victoria, aún los grados militares podían ser comprados por los nobles, desde el de Capitán hasta el de Mariscal; aristócratas que no necesariamente tenían formación militar ni experiencia de combate, pero tomaban las últimas decisiones en el campo de batalla.

La investigación iniciada sobre las causas de tal temeridad constató que un conjunto de decisiones y hechos ajenos a lo estrictamente militar, confluyeron en la masacre; ordenes mal interpretadas, enfrentamientos personales entre los altos mandos, y un exceso de confianza en la superioridad.

“Media legua, media legua. Media legua ante ellos. Por el Valle de la Muerte, cabalgaron los seiscientos” dice su primer verso; y sobre este sentido poema, se escribieron cuentos y novelas y se realizaron dos filmes memorables, el primero de ellos en 1936, una producción norteamericana dirigida por Michael Curtiz y actuado por Errol Flynn, la inolvidable Olivia de Havilland y David Niven, inspirada en un cuento de Rudyard Kiplin.

El segundo film fue una producción británica de 1968 que no tuvo mucho éxito, a pesar de las actuaciones de Vanesa Redgrave, Trevor Howard y David Hemmings.
El hecho es que el imperio ruso desde su aparición en el siglo XVI, de la mano de Iván el Terrible, quien fuere su primer zar, luego de vencer y expulsar a los mongoles e ir conformando una unidad territorial bajo se mando, no ha cesado en su aspiración de expandirse hacia lo que se conoce como Eurasia, todo lo que constituyó el imperio otomano, que incluye el Mar Negro y los Balcanes. Y decir los Balcanes es acercarse a las puertas de Viena tal como lo hicieron dos veces los turcos otomanos, primero Solimán el Magnífico en 1.529 y luego Mohamed IV en 1683, con el fin de controlar el río Danubio, y de allí la Europa central; y en ambas ocasiones fracasaron a pesar de la superioridad numérica, cuando las casas reales decidieron unirse ante el enemigo común.

Con los comunistas en el poder desde 1917, sucedió lo mismo. La aspiración geopolítica de Rusia, ya no de expandir el territorio heredado de los zares, sino de controlar Europa y al mismo planeta, por una ideología única respaldada por la fuerza militar tradicional y nuclear. Y en la actualidad, con este emperador llamado Vladimir Putin quien no ha ocultado su pretensión de controlar el mundo, expandir su territorio y chantajear a la, hasta ahora, vacilante y acomodada Europa que finalmente entendió la personalidad y el alcance de las pretensiones imperiales de Putin.

La inexplicable crueldad demostrada por el jerarca implacable contra un pueblo soberano logró finalmente que Europa, Occidente con Estados Unidos a la cabeza, reaccionara ante el nuevo Hitler, para enfrentar y detener con firmeza a quien podría provocar una hecatombe planetaria. Quizá, esto conduzca a que los “oligarcas rusos” y sus fuerzas armadas provoquen un cambio radical que nos luce urgente. Y ante ello, no cabe la opción de la neutralidad.