La gente que apoya al presidente es bien rara. Todo el frenesí desbordado a favor del señor ha lindado con la locura, la cual, se define, como la disminución de las facultades mentales. Y en esa locura se halan los cabellos, se desprenden de sus ropas, hacen muecas de éxtasis y se dejan llevar por ataques de epilepsia incontenible porque dicen que él está haciendo lo que los otros partidos no hicieron: cumplir la ley.

Ahora que el señor presidente tiene una lista ya larga de violaciones a la ley de forma tan descarada que hasta asusta, esos mimos seguidores siguen adorándolo hasta el llanto.

Si no es un doble discurso, si no es doble moral, entonces, ¿qué es? Yo diría que simple y llana locura.

Ya se habló hasta la saciedad de esta descarada intención de reelegirse, pero no era de extrañarse, para nada, en lo absoluto. Sabíamos que tenía todo el perfil de un dictador reeleccionistas y mesiánico. Desde que se montó en la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, y los que no se enteraron es porque se adormecen fácilmente con el encanto de cualquier flautista.

La demagogia barata publicitada continuamente; la crítica constante al pasado, las promesas a borbollones de un futuro mejor, la zalamería, el constante espectáculo todo eso y mucho más, todo ello son características de demagogos mentirosos patológicos reeleccionistas.

Ahora bien, ese tipo de personas siempre han existido, y por ese tipo de personas es que se crearon leyes, sistemas, contrapesos y se han establecido Estados, poderes políticos y se han creado por el hombre principios elevados a la norma constitucional como garantías que son una suerte de murallas contra el abuso del poder, pero en nuestros países tercermundistas no funcionan, y hoy, cuando más urgían que fueran efectivos esos principios, nos has sido aplicados por quienes debían, y no solo en El Salvador, sino en casi toda Latinoamérica.

Lo más triste de todo esto es que el máximo tribunal de justicia constitucional del país, pase a formar parte de esa triste galería de tribunales constitucionalistas que han avalado la reelección.

El Órgano Judicial, el último refugio para los ciudadanos, el escudo de la ciudadanía contra el abuso del poder, cayó también arrodillado ante la presión del dictador de turno.

Triste, muy triste, sobre todo cuando en el país se sacrificaron tantas personas por el sistema del cual ahora el presidente se aprovecha.

Toda esa época que él ha querido anular de los libros y que desembocó en los Acuerdos de Paz; todas esas victorias que se alcanzaron con mucho esfuerzo para vivir en democracia, en libertad, ahora él se aprovecha para perpetuarse en el poder con el maridaje promiscuo de la Sala de lo Constitucional.

Duele ver que este gobernante sea apoyado por el mismo pueblo por el cual se luchó tanto para que viviera en democracia, y que persista en la insana intención de adentrarse aún más en esta era oscura en la que todos los derechos primarios están siendo desterrados del país.

Ya lo vimos con Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales y el caso más truculento: Daniel Ortega. Todos, por cierto, populistas demagogos con discursitos de izquierda.

También los de derecha o de centro han utilizado a los tribunales constitucionales para reelegirse como Álvaro Uribe, Carlos Menem, Óscar Arias, Juan Orlando Hernández, pero en los casos de ellos dejaron el poder cuando las urnas ya no les favorecieron o cuando la misma Constitución (si bien manoseada) dictaba que ya no podía continuar más. Lo que debe llamarnos a la preocupación es que, siendo como es el señor Bukele, se convierta en un segundo Daniel Ortega, y está mostrando, además, rasgos paranoicos lo cual es un asomo peligroso de locura.

¿Por qué? Solo miren el odio y la soberbia con la que atacó a los expresidentes que piden que se haga algo para que se respete el orden constitucional en El Salvador. Los tildó de asesinos y ladrones. Esa reacción no es de una mente sana, mucho menos de una persona que ocupa el puesto de presidente.
Esos, mi querida gente...esos son síntomas de locura.