No existen soluciones mágicas para la transformación de un país, ni para la construcción de estructuras institucionales que lo hagan posible. El primer gran reto para El Salvador es el de ser gobernado por un sistema y régimen político diferente al que fue construido en otra época, y bajo otras circunstancias fue funcional y logró plena legitimidad por muchas décadas, en la actualidad es necesario construir por todas las fuerzas vivas de la nación, conducida por el líder político que es el Jefe del Ejecutivo, y ademas lo que se requiere es algo cuantitativamente distinto: de alta calidad.

Gobernanza o gobernabilidad son términos que se emplean con frecuencia para denominar la capacidad de un gobierno, para conducir políticamente a todo un conglomerado social, es así que la gobernanza depende de dos cosas: 1. La alta capacidad del Estado. 2. Que el Estado cuente con un gobierno versátil, fuerte, decidido y capaz de ejercer el poder político.

Dentro del factor que describe la capacidad del Estado, por ejemplo podemos mencionar, la capacidad para recaudar impuestos y distribuirlos de una manera eficiente, para que sufrague toda la infraestructura física del Estado, servicios sociales y otros bienes públicos, y no menos mencionar la capacidad de las instituciones para establecer objetivos de largo plazo y operar de una manera eficiente y eficaz, que el Estado cumpla con los objetivos nacionales permanentes y extraordinarios que señala la Constitución de la República.

La vida cotidiana de El Salvador a partir del presente Gobierno se ha visto impregnada de decisiones políticas que han cambiado radicalmente la realidad. La buena fama del Gobierno está bien ganada, y es por eso que le corresponde haber recuperado la credibilidad en el país, lo cual dicen propios y extraños. Si bien es cierto, no se han logrado penetrar en los problemas de orden institucional, pero si ya están enfocados y lo relevante es la definición del problema, y lo que se requiere son reglas claras que sean cumplibles, la clave está en avanzar en la dirección de la consolidación del Estado en derecho.

El punto está en el conjunto de reglas, que no cambien y que sean confiables para que se conviertan en la transformación política de El Salvador, el Gobierno de la República debe de ser apoyado por todas las fuerzas vivas de la nación, sin distinción de ideologías ni intereses de sectores ni personales, por el contrario, de lo que se trata es la transformación institucional de El Salvador, se requiere el apoyo para el Gobierno para que sea un gobierno funcional, competente y eficaz, la forma de funcionar la política debe ser para adelante, para darle certidumbre y compenetrarse en los proyectos gubernamentales.

Así, pues, el Estado es en esencia los éxitos de sus políticos, empresarios, profesionales en las distintas disciplinas, del obrero, del campesino, de todos los salvadoreños que a la vez reclaman legitimidad de los actos de gobierno, esto genera una consciencia común, que es la consciencia nacional.

El poder político está inmerso en todas las acciones de la vida cotidiana y la voluntad de la sociedad actúa como un instrumento del poder, y esa voluntad es la que mueve al poder mismo en sí y por sí. La política tiene sus propias leyes, sus propios principios y que las acciones políticas no se pueden juzgar por la lógica ordinaria, porque las circunstancias tienen una incidencia fundamental en el tema de hacer política y un objetivo principal es preservar el Estado.

La fragilidad de un Gobierno se define en sus instituciones que permiten operar los negocios ilícitos, es en ese caso que el Estado como guardián y generador del bien común, y en cumplimiento de sus funciones actúe para restablecer el orden infringido, y por su parte todo gobierno debe estar pendiente para evitar la configuración de grupos específicos que operan interconectados entre sí, con clara intención de usar el Estado como medio para enriquecerse de manera ilícita. El control del Estado garantiza las reglas del juego y el juego mismo.