Es fácil que las necesidades financieras o los problemas nos desanimen, especialmente si estos tienden a prolongarse en el tiempo, de tal modo que sentimos una eternidad en esa tormenta que nubla el buen juicio y que provocó un estado de vulnerabilidad que propicia que las malas personas se aprovechen. David vivió una persecución enorme por causa de la envidia y odio que le tenía el Rey Saúl, sin embargo, sabía que ese problema tenía una fecha de caducidad y que él se convertiría en el próximo rey, tal como Jehová le había prometido (1Sa 16:13).

La fe de David, lo ayudó a ser paciente y a esperar en el tiempo perfecto de Dios. Cuando pasamos por pruebas y necesidades, podemos actuar imprudentemente o actuar con prudencia y conocimiento, y usar los talentos para construir soluciones, sin embargo, algunos problemas no desaparecerán por arte de magia, aunque hayamos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance en base al consejo bíblico, en esos casos, debemos tener paciencia y aprender a esperar en Dios, dado que nadie por mucho que se preocupe resolverá el problema.

David nos deja ver su angustia en el Salmo 6:6-9. “Me he consumido a fuerza de gemir; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, Riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores. Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad; Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro. Jehová ha oído mi ruego; Ha recibido Jehová mi oración” Finalmente David, entrega su problema en las manos de Dios y reconoce que en sus fuerzas era imposible que se resolviera el asunto de la persecución.

Lo cual me recuerda el libro “The View from a Hearse” escrito por el pastor Joseph Bayly, el cual perdió tres de sus hijos, quienes murieron de la manera más inesperada, dos de ellos mientras estaban en la adolescencia. En el referido libro se detalla la historia de dos hombres que vinieron a consolarlo tras su duelo. El primero vino con respuestas, sobre su dolor, diciéndole que Dios tenía un plan y que él lo resolvería para su bien, y que Dios le daría fuerza a Joseph, para enfrentar la tristeza de su alma. El segundo hombre simplemente se sentó a la par de Joseph. No decía nada al menos que se le hablara, pero oró por Joseph y continuó en silencio. El pastor Joseph describe en el libro que, aunque ambos hombres tenían buenas intenciones, no podía esperar más para que el primer hombre se retirara y no podía soportar que el segundo hombre partiera. Las sagradas escrituras tienen mucho que decir acerca del dolor y el sufrimiento. Pero es más similar al hombre que da su presencia, que al hombre que da sus respuestas. La Biblia nos enseña sobre la historia de Dios, que no escatimo ni a su propio hijo y lo entrego por amor a la humanidad.

El Señor Jesucristo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). Todas las personas que acuden a la Biblia encontrarán en ella algo como el segundo amigo del pastor Joseph Bayly. Y esto es así, porque la Biblia no es remota, trivial, simplista o superficial, contiene la verdad de Dios que actúa justo en medio de los problemas y necesidades que se viven a diario.

Incluso los libros sapienciales como Eclesiastés, están dedicados a la reflexión y la lucha con la aparente inutilidad y la falta de sentido de la vida, desde ahí se abordó este problema tres mil años antes que el filósofo y teólogo Soren Kierkegaard, quien trazó el camino del negativismo, es decir, de una filosofía que parte de lo negativo en cuanto al valor. No obstante, la Biblia es muy sensible al problema del sufrimiento interno como la depresión y la ansiedad, que muchas personas modernas enfrentan, siempre tiene algo que decirnos sobre estos temas, si tenemos ojos dispuestos a leer y oídos de discípulos para escuchar.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13”