Recuerdo entre 1977 y 1980 que con mi abuelita entre semana y con mi mamá los fines de semana visitábamos a unas tías muy amadas en la Colonia Libertad -por la escuela Miguel Pinto- y viajábamos en la ruta 11, fuimos testigos de muchos robos en dicha ruta. Nuestra ruta en aquellos años era la ruta 10, pero recuerdo muy bien que en alguna ocasión observé robos en la ruta 22 y 33.

Pasado el mundial de Argentina 1978 comencé a asistir al monumental estadio Cuscatlán que tenía pocos años de haber sido inaugurado y viajaba en la ruta 10 a ver las dobles o triples programaciones, y también observé muchos robos y hurtos ya que operaban los denominados “carteristas”.

En otra ocasión veníamos con mi mamá en un bus de la ruta 10 y cuando nos bajamos le habían abierto la cartera a mi mamá de un lado sin darnos cuenta; en otra ocasión por la colonia El Bosque nos salió un tipo alto con una chumpa tipo cuero abrazó a mi mamá y le dijo que no gritara o me metería el puñal a mí, la despojaron de sus cosas de valor. Cuando cumplí doce años mi tío Roberto me regaló un reloj brazalete azul, con detalles fosforescentes, me lo robó un tipo por la colonia Atlacatl.

El problema de robos y hurtos en la zona metropolitana ha sido un problema que me consta desde la década de los setenta, siempre ha impactado a las personas que utilizan el transporte público de pasajeros y otros que para ahorrar caminan distancias considerables.

Ya en medio del conflicto armado recuerdo que mi abuelita era seguidora del expresidente José Napoleón Duarte y me dijo: “ya vas a ver que los ladrones y rateros se van a acabar ahora que llegó Duarte a la casona” mi abuelita me mintió, los asaltos y hurtos a los más desprotegidos continuaron durante todo el conflicto. Si no le robaban los ladrones o rateros como les decían, le robaba los guerrilleros o miembros de los extintos cuerpos de seguridad.

Al finalizar el conflicto armado se nos dijo: llega la paz, la tranquilidad y la armonía, también nos mintieron, surgieron bandas organizadas con personas que fueron desmovilizadas de ambos bandos, y también oportunistas que siempre se aprovechan.

En el presente siglo he podido ser testigo y dar seguimiento a una cantidad de planes para frenar los robos y hurtos en el transporte público de pasajeros, todos fracasaron por que respondieron a momentos de connotación mediática, de repudio, de madera en los principales periódicos del país, de coberturas de 72 horas en los noticieros, pero luego los desmontan por que carecían de una estrategia y de información guiada por inteligencia policial y criminológica. La población ha pagado el costo de tener que comprar otro aparato móvil, perder el saldo y reponer los documentos de identidad con descuentos incluidos por perder días de trabajo. Esto debe parar.

Durante la administración actual de la PNC se han desarrollado operativos, dispositivos que según la evidencia han disminuido las estadísticas de robos y hurtos en el transporte colectivo no lo puedo negar ante los datos de la Policía y la Fiscalía.

La semana anterior se lanza #TransporteSeguro como parte de la estrategia del Plan Control Territorial con varios componentes innovadores y técnicos, pero en mi apreciación que depende de una estrategia más integral y permanente. Es mi oración y deseo que en esta oportunidad sea efectivo y eficiente para la población menos favorecida que utiliza el transporte público de pasajeros.

Recomiendo que se priorice por las rutas con mayor incidencia, reportes, registros, afluencia y uso de los pasajeros, y que revisen los tramos largos que es donde usualmente despojan a los usuarios. La percepción de la seguridad en el país y del Plan Control Territorial va a aumentar y mejorar, si los usuarios que son los trabajadores perciben que se está protegiendo su vida y patrimonio.