Durante los últimos meses del recién expirado año, la República Popular China experimentó una explosión mayúscula en el número de contagiados por el COVID-19. Aunque la información sanitaria sobre esta enfermedad está vetada, se estima que podrían estarse produciendo alrededor de 30 millones de casos diarios.

Ante la limitada influencia que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha ejercido en muchos países de nuestro planeta, sobre el manejo óptimo de esta pandemia, China optó por un modelo estratégico de contención de la epidemia llamado “COVID cero”. Dicha estrategia se apoya en confinamientos estrictos y prolongados de población, que al final de tres años ha sido insostenible, no solo por sus efectos mayores en la economía y educación china, sino por el descontento generalizado entre su población, que ha desembocado en masivas protestas en varias ciudades de dicho país. Esto ha obligado a las autoridades de dicho país a relajar los confinamientos. Los efectos a gran escala de esta política de contención aunado a una cobertura de vacunación relativamente limitada, utilizando una vacuna menos eficaz (localmente producida), resultan en una población masiva de más de un billón de personas altamente vulnerables al contagio del virus. Al relajar las medidas insostenibles de contención, una avalancha de casos, hospitalizaciones y muertes se produce, que llevan a un colapso peligroso del sistema hospitalario.

Aunque algunos expertos consideran que la política “COVID cero” fue apropiada antes del advenimiento de la vacuna, otros reaccionan diferente. “En algún momento tenía que explotar”, era “esperable”, nos esperan “unas semanas bastante complicadas”, son algunas de las reacciones de expertos de salud pública y epidemiología, cuando se les ha preguntado sobre las razones y posibles consecuencias de la explosión de casos en dicho país. Y es que es ya para todos conocidos que los virus no respetan fronteras, y que la situación epidémica de un país no tarda en sentirse en sus países vecinos y en el mundo. Es por ello, que existe un clamor generalizado entre expertos en epidemias a un llamado de atención a aquellos países que han obviado la evidencia científica en el manejo de sus respectivas epidemias, así como manipular la información de salud pública, al mismo tiempo que exigen que las políticas de influencia a nivel nacional, de la OMS en casos de pandemia necesitan ser revisadas y reforzadas, para que países no tengan la libertad de implementar medidas sanitarias en base a políticas de ”conveniencia” partidista.

¿Qué podemos hacer para proteger a nuestra población? Una de las principales complicaciones de la alta circulación viral actualmente ocurriendo en China es la potencial aparición de una nueva variante que pudiese escapar a la eficacia de la vacuna. Por ello, algunos países como Estados Unidos, Japón y Corea del Sur están requiriendo prueba de PCR negativo a los viajeros que proceden de China. Otros como los países europeos, avalados por la comisión de seguridad sanitaria europea, han preferido monitorear la aparición de dicha variante para reactivar la instalación del requerimiento del PCR negativa. Esta divergencia en actitudes sanitarias descansa en la evidencia científica generada hasta el momento. Aunque la aparición de nuevas variantes, dad la observación del comportamiento viral, esta fuera de toda duda, hay que recordar que esto ha ocurrido desde el comienzo de la pandemia, y que en occidente hay transmisión comunitaria sostenida desde hace tiempo, por lo que la aparición de nuevas variantes no es exclusividad de China.

La vacunación con vacunas de ARN mensajero -como las de Pfizer y Moderna- ha sido la gran diferencia entre el mundo occidental y la República Popular China. Y es por ello, que la mayoría de los expertos coinciden en que las repercusiones de la explosión china podrían tener en el resto del mundo, principalmente en aquellos países con altas coberturas de vacunación con vacunas ARN mensajero, serán mínimas.

Las autoridades de salud de nuestro país tienen la obligación de estar vigilantes de la situación China, al mismo tiempo reforzar el programa de vacunación con vacunas de ARN mensajero y bivalente, para proporcionar la más amplia cobertura posible, especialmente a la población mayor de 50 años y poblaciones con enfermedades crónicas.