Doña Xiomara Castro fue juramentada el 27 recién pasado como presidenta de Honduras...por una jueza de letras. La Constitución dice que la protesta tiene que ser rendida ante el presidente del Poder Legislativo y, en su defecto, ante el del Poder Judicial, y solo en el caso que por cualquier razón de peso, de mucho peso, ninguno de los dos esté disponible, será por una juez de letras. Lo raro es que el del Judicial sí estaba disponible y todavía más raro es que tenemos acá en Honduras a dos presidentes del Poder Legislativo.

Jorge Cálix es el presidente de los disidentes, los que le dieron la espalda a doña Xiomara e incumplieron el pacto con el partido Salvador de Honduras. Luis Redondo, miembro de éste, es al que apoya la mandataria y, para sorpresa de todos, también el expresidente Mel Zelaya. Al final, parece que no era él quien estaba detrás de todo esto y fueron sus súbditos más cercanos quienes lo traicionaron. Simples ansias de poder.

El día domingo 23 se tenía que integrar ya la Junta Directiva y el martes 25, la instalación de la legislatura. El ambiente se tornó denso, oscuro, tenso. En la mañana del domingo llegaron los diputados que apoyaban a Redondo al salón de sesiones del Congreso Nacional pero los disidentes (apoyados por el aún poderoso Partido Nacional) les cortaron la energía eléctrica y, sin que nadie se lo esperara, sesionaron en un centro recreativo a una hora de la capital llamado Bosques de Zambrano. Solo un medio cubrió ese evento, una televisora que es conocida por apoyar al Partido Nacional. Los demás medios estaban en el salón de sesiones del Congreso Nacional.

En ambos se eligió presidente, en ambos de eligió junta directiva y, en la primera sesión del martes, ambos empezaron a emitir decretos, ¿quién juramentaría a doña Xiomara?

Ahora tocaría a la Corte Suprema de Justicia en pleno resolver pero ésta está dominada por el Partido Nacional. Triste, pero es cierto, así de cruda es la realidad de la institucionalidad en el país. Al finalizar la semana pasada, ambas directivas interpusieron, una, una demanda de inconstitucionalidad, y la otra, una demanda de amparo, y ambas se han denunciado recíprocamente en la jurisdicción penal. Esta novela de realismo mágico continúa.

El jueves 27 pasado el Estado Nacional se llenó de gala, la gente fiel que ha apoyado a LIBRE y su presidenta llenó de rojo intenso las graderías del inmueble. En la grama las sillas ordenadas por bloques acomodaron a distintas personalidades del deporte y la farándula, mandatarios, enviados especiales, delegados, al rey Felipe VI y a la vicepresidenta Kamala Harris. El evento fue una fiesta, sin excesos, austera, sin incidentes.

La tarima, en forma del signo de femenino, permitía que en el medio se concentraran de pie los seguidores de su lideresa, lo cual le dio un cierto toque de rock star, un baño de pueblo. La alegría era total.

Los diputados del Congreso Nacional de Bosques de Zambrano no asistieron, ni su presidente disidente Jorge Cálix. Los diputados de Luis Redondo, sí. Pero éste no la juramentó, era obvio que la misma Xiomara Castro no quería meterse en líos, aceptando con ello que el conflicto no ha terminado. Al menos, él estuvo para la foto: sosteniendo el micrófono.

¿Por qué no la juramentó el presidente de la Corte Suprema de Justicia? No se dijo nada, quizá porque ha sido un obediente funcionario del exmandatario Juan Orlando Hernández (JOH). Al final, quién sabe.

Este relajo se solucionará, los políticos se pondrán de acuerdo, todos necesitan trabajar para poder gozar y aprovecharse del poder. Ahora es mejor preocuparse por el socialismo que doña Xiomara ha prometido instaurar en Honduras en su gobierno. Ahora es mejor preocuparse de que su primer acto de política internacional haya sido restablecer relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro.

¿Cómo es la cosa verdad? Ocho años pasaron gritándole al Partido Nacional y a JOH que eran narcos, que era un narcogobierno, una dictadura asesina, para ahora extenderle la mano al cártel de Los Soles y a su títere. ¡Ah, la izquierda! No deja de sorprenderme.