La eliminación de El Salvador en la ruta hacia el Mundial 2026, culminada bajo la dirección de Hernán Darío  Gómez, no es solo un resultado deportivo, sino la confirmación de un fracaso que duele en lo más profundo del sentir cuscatleco. La expectativa de ver a nuestra Selecta regresar a la máxima cita, alimentada por la trayectoria mundialista del técnico colombiano, se ha desvanecido en una serie de resultados que él mismo ha calificado de "pésimos". Y no es que sea un iluso que esperaba una clasificación a la fase final del Mundial 2026 pero me parece increíble que con ese salario mensual y sus prestaciones el técnico no trabajara lo suficiente por desempeñarse de mejor manera.

Los números de esta eliminatoria son fríos y lapidarios. Con solo tres puntos sumados en seis partidos y una diferencia de gol adversa, El Salvador terminó en el último lugar de su grupo. Más allá de las derrotas, lo que más preocupa es la imagen desdibujada de un equipo que, pese a los esfuerzos y el compromiso de los jugadores, nunca logró encontrar una identidad de juego sólida. Cinco derrotas consecutivas y ningún punto de local en el Cuscatlán es el reflejo del mal trabajo del entrenador. Desde que pidió la reducción de nuestra cancha local y nuestra dirigencia no pudo utilizar el sentido común era de esperarse que estábamos ante un invento sin ningún fundamento y como era petición de un extranjero se vio como la panacea.

Gómez, conocido por su experiencia y capacidad para clasificar a selecciones con menos historia, no pudo replicar su magia en el banquillo salvadoreño. Es comprensible que existan problemas estructurales que trascienden al entrenador como la falta de desarrollo del fútbol local, la poca infraestructura y la intermitente ausencia de fogueos de alto nivel. De hecho, el propio entrenador ha señalado que los rivales han demostrado "mucho más trabajo" y "más capacidad". Pero cuantos meses paso sin trabajar y se fue para Colombia cobrando su salario. Cambio su discurso a medida inicio la eliminatoria.

Si bien las lesiones, suspensiones y un calendario apretado pueden ser atenuantes, la gran crítica a la gestión de Gómez se centra en la falta de progreso visible del equipo. Después de un tiempo considerable al mando, la Selecta siguió mostrando las mismas falencias: un sistema ofensivo sin creatividad, dificultades para mantener la concentración y una fragilidad defensiva en momentos clave. Experimentamos un claro retroceso futbolístico, finalizando la eliminatoria haciendo un gran papelón. Incluso sus declaraciones posteriores a la eliminación, al negarse a hablar del equipo salvadoreño en la conferencia de prensa, añadieron una nota de controversia que tensó aún más el ambiente sin que a la fecha la FESFUT se pronuncie de semejante falta de profesionalismo como persona y como representante de la selección salvadoreña. Fue nefasto ver al entrenador y presidente de la comisión normalizadora del futbol celebrar el pase de Panamá al mundial. Ambos no le dejan nada al fútbol salvadoreño. La eliminación debe servir como un punto de inflexión. El Salvador necesita mirar más allá del nombre del próximo entrenador y enfocarse en una reestructuración profunda del fútbol nacional, desde las ligas menores hasta la gestión federativa, eliminar la corrupción y tanto vividor de la estructura del futbol.

Ahora los jugadores no se encuentran libres de responsabilidad, se les vio dentro del terreno de juego sin amor por la azul y blanco, sin identidad como jugadores, sin ambición de esperar al menos un contrato individual. Goles en contra dignos de juegos intramuros de colegios. Jugadores sin alma y sin sangre más pendientes de cobrar sus viáticos.

Desde esta columna siempre expreso mi opinión de manera categórica y contundente, la contratación de Gómez fue un error, no se puede vivir de glorias pasadas. Un entrenador salvadoreño le hubieran pagado menos y hubiera hecho un mejor papel, los pocos exitos internacionales nos lo han brindado salvadoreños, excepto México 1970. ¿No es el entrenador, que proyecto y planificación tenemos para los próximos veinte años? Se requiere un plan de desarrollo y esperar resultados a largo plazo. No para el mundial 2030. Continuar con Gómez sería continuar con un absurdo. Existe una indignación colectiva ante la actitud del entrenador Gómez, quien no dudo que ya alista las maletas para viajar a Colombia cobrar diciembre 2025 sin trabajar.

La afición salvadoreña merece una selección que compita con dignidad y que refleje un trabajo serio y constante, no solo la esperanza que se deposita en una figura. El fracaso de este ciclo es la prueba más clara de que sin cimientos sólidos, cualquier castillo de naipes, por más experimentado que sea su arquitecto, está condenado a caer.

* Ricardo Sosa, Doctor y máster en Criminología 

@jricardososa