Combatir la violencia contra las mujeres, ahora que pareciera una pandemia apocalíptica, requiere de acciones tan exageradas que pudieran llegar a parecer ilegales, pero no sería, hoy en día, nada extraordinario en El Salvador ya que vemos que la ilegalidad en la captura y procesamiento de pandilleros (y los inocentes que se van en la colada) se convirtió en algo normal.

Tal vez también en eso pueda proyectar su imagen el presidente Nayib Bukele a nivel internacional, tal y como le gusta, y ser el adalid de una verdadera estrategia omnicomprensiva para luchar contra este fenómeno social tan despreciable: el abuso hacia las mujeres.

Me sorprendo muy seguido pensando en las causas por las cuales ahora la violencia contra las mujeres ha alcanzado niveles escandalosos, es tal cual si la pandemia de un virus desconocido se hubiese inoculado en el organismo de millones de hombres en todas partes del mundo, no hay excepción, y se da tanto en los países civilizados como en los rincones más marginados del planeta.

En Honduras, un hombre peleando con su esposa, la lanzó de la segunda planta de la casa y la mató. En India un grupo de jóvenes envalentonados por esa droga enervante que es estar en manada, viajando en un bus del transporte público, apalearon a la pareja de una pasajera y después a ésta la violaron. No bastándoles el salvajismo le introdujeron una barra de metal en la vagina que le desgarró hasta el diafragma. En España encuentran guaridas de tratantes de mujeres, con montón de señoritas esclavas sexuales. En Estados Unidos un hombre, por despecho, mata a su ex, a sus hijos y a su suegra, y otro, en un tren de pasajeros viola a una mujer ante la mirada atónica y pasiva de todos.

Si uno no conociera con profundidad la verdadera naturaleza humana le parecería inexplicable o recurriría a interpretaciones mitológicas: como el fin de los tiempos, el demonio o, lo peor, echarles la culpa a las mismas mujeres.

Pero bien, mi intención en este artículo es hacer un llamado a las organizaciones en favor de los derechos de las mujeres, a las diputadas con conciencia de género, y libertad y autonomía de pensamiento, en fin, a toda la sociedad salvadoreña, que promuevan estrategias definitorias para defender a las mujeres.

Lo principal es la educación. Eso es absolutamente necesario. Incluir en los planes de estudio durante toda la primaria planes de estudio en los cuales se les inculque la tolerancia, el respeto y hacerles reconocer la intrínseca dignidad de las mujeres por el simple hecho de ser seres humanos. Sin florituras ni romanticismos empalagosos y anquilosados: se les respeta porque son seres humanos, punto.

A las niñas enseñarles exactamente eso: que sepan que son iguales ante la ley, que tienen derechos y cuáles son los procedimientos para hacerlos efectivos.

Es imperativo crear un sistema nacional de protección a las mujeres, partiendo de lo preventivo, con campañas mediáticas constantes. En segundo lugar, crear un registro de abusadores. Cada hombre que haya cometido un tan solo acto de violencia contra una mujer es potencialmente peligroso y debe quedar registrado. Nada lo hará cambiar milagrosamente, por lo cual deben ser sometidos a un tratamiento para modificar su comportamiento.

Y finalmente, el castigo. No se puede dejar de lado que el que no entiende por las buenas, tendrá que entender por las malas: la sanción penal.

Las mujeres que queden desprotegidas económicamente cuando su pareja, su hermano, su papá, tío, abuelo, un amigo, quien sea, vaya preso por violencia, debe recibir una ayuda suficiente para que sufrague sus gastos y los de sus hijos, dinero el cual deberá ser cobrado al infractor, o hacer un fondo nacional, en el cual los infractores deban contribuir por igual.

Tantas cosas que hay que hacer a favor de las mujeres que sufren violencia que ya es tiempo de que se empiece.