Antes de enfrentarse al campeón de Francia Akram Hamidi, esta adepta del boxeo tailandés se ha preparado para su primer combate en el extranjero en un pequeño pueblo del centro de su país.
Frente a ella, en el entrenamiento, su hermano gemelo encaja los potentes rodillazos de una púgil que pelea en la categoría de menos de 52 kilos.
El boxeo tailandés forma parte del ADN de la familia de Nong Rose: fue su tío, profesional del Muay Thai (el nombre original de esta disciplina) el que dio a conocer a los dos hermanos sus primeras nociones de este deporte cuando ambos tenían ocho años.
“Desde pequeños, hemos tenido la costumbre de pelear... pero ella siempre ha sido más fuerte que yo”, declara divertido Somrak Polchareon, hermano gemelo de Nong Rose.
Profesional desde hace dos años, tras acabar el instituto, Nong Rose sube el ring una vez al mes a cambio de una media de unos 100,000 bahts (unos 3,000 dólares). Suma más de 150 victorias en 300 combates, de las que 30 lo fueron por nocáut.
Pero para el registro civil, Nong Rose es Somros Polchareon y sigue siendo un hombre, pero ella se siente mujer desde su niñez, aunque esperó a los 14 años para comenzar a vestir ropas femeninas.
“Cuando comencé a vestirme en mujer, tenía miedo de que la gente no lo aceptara”, explica la joven de larga cabellera negra y que pelea contra hombres.
Ciudadana de “segunda clase”
En el ring, como en la vida, no ha sido fácil para Nong Rose. Tailandia está considerado a menudo como un paraíso para los homosexuales y los transexuales, pero si bien son tolerados, muchos consideran que son tratados como ciudadanos de “segunda clase”.
“En mi pueblo, todo el mundo me conocía y por lo tanto era fácil”, explica. “Pero fuera de la ciudad, algunos boxeadores me miraban más y aseguraban que un transexual no podían ganarles”.
Unos insultos de los que al principio era complicado superarlos, pero después empezó a saber encajarlos. Ahora, está orgullosa de su carrera “y feliz de ser la primera transexual en pelear en Francia”.
“Esto permitirá dar luz a los transexuales, demostrar que valemos tanto como los otros. No somos débiles”, argumenta.
Detrás de las apariencias, Tailandia sigue siendo una sociedad conservadora. Hasta 2012, la transexualidad estaba considerada como una enfermedad mental por parte del ejército, y el cambio de género sigue sin ser reconocido legalmente; el sexo de origen sigue siendo el que figura en el pasaporte, lo que complica todas las tareas administrativas o el seguimiento en un servicio de ginecología clásico.