La NBA tiembla y nadie puede culparla por ello. Es una reacción natural, irracional, incontrolable. La respuesta del cuerpo ante aquello que, por desconocimiento o excesiva información, se percibe como dañino. Ante algo como los Nets, por ejemplo. Hoy, no estaba James Harden, pero da igual. No le necesitan para hacer que los Bucks, una franquicia que aspiraba a todo, parezca un equipo del montón. Un grupo de amigos en una pachanga cualquiera de un parque cualquiera. Hasta hace dos partidos, eran claros aspirantes al anillo; ahora, simplemente, luchan por no perder lo que les queda de orgullo. Ni Giannis Antetokounmpo ni Khris Middleton, ni Jrue Holiday ni Mike Budenholzer. Nadie tiene respuestas y todos se encuentran en la esquina, con la cabeza entre las rodillas y las manos cubriéndose el rostro. 125 a 86 al final de un partido que no duró ni un cuarto. 39 puntos de diferencia que significan la mayor victoria histórica de los Nets en la fase final y, para los Bucks, más de 39 razones para pensar en un 2-0 insalvable.
Budenholzer repetía quinteto y apuesta: P.J. Tucker, que lleva toda una vida como defensor de urgencia para playoffs (léase LeBron James o, ahora, Durant), volvía entre los cinco jugadores iniciales. Y los Nets, a través de Irving, también: primera acción ofensiva, primer triple. Lejos de una simple coincidencia, anticipo de una pesadilla para Milwaukee. Y no una cualquiera, la del duelo anterior, como si aún no se hubieran despertado, como si siguieran con los ojos cerrados, martilleados, pero con el miedo a abrirlos para, no solamente padecerlo, sino ver el dolor. Vislumbrar un monstruo que les azota de forma indiscriminada. Era el primer cuarto del segundo partido, pero podía ser el quinto del primero. Mismos problemas por un lado y mismos aciertos por el otro. Lo que quedaba de big-three era suficiente para arrollar a los Bucks como nadie lo había hecho hasta el momento: 36 a 19 con 13 puntos de Durant, 9 de Irving y la mayor desventaja de la temporada para los de Wisconsin tras los primeros 12 minutos. El "récord" se repetía al descanso (65-41). El partido se desarrollaba a velocidad vertiginosa y, lejos de ser un alivio, era la mayor de las penitencias para los de Wisconsin: nada de rápido e indoloro, lento y como clavo ardiendo desgarrando la piel.
Los intentos de frenar a Kevin Durant se contaban por fracasos. Qué jugador. Al final del partido, 32 puntos, 4 rebotes y 6 asistencias. Todo ello, con un 66,7% tanto en tiros de campo (12 de 18) como desde el perímetro (4 de 6). En playoffs, promedia un 32+7,3+2 con 55%+50%+91,1%. Una máquina perfecta. En su estado óptimo de forma, la génesis del baloncesto. Su esencia, su todo. Tucker sumaba falta en cada disputa, un cambio a zona era totalmente inocuo, Holiday o Bryn Forbes salían al paso a la desesperada y Antetokounmpo, intentando hacer valer su posición de aún Mejor Defensor de la competición, no alteraba el producto: dos crossovers, un pasito atrás y cara de resignación en el griego, que mantenía el intento de punteo en el aire. El orden de los factores... no altera el talento de Kevin.
Sí el de Blake Griffin. En Detroit, seguramente, se estarán preguntando por la pócima mágica que tienen en Brooklyn. Tras un fallo desde el perímetro de Irving, recogía un rebote largo para, en un salto que se empezaba a dibujar desde más allá de la línea de tres, dejar un mate como los de antes. Como el de aquel jugador que saltaba por encima de los coches. Retazos de un pasado que ya deja de serlo a golpe de machaques.
A seis minutos de finalizar la primera mitad, el show time se hacía presente en Brooklyn en forma de su enésimo mate del curso: Durant filtraba un balón para Bruce Brown, que, desde la línea de fondo, se la dejaba de cara a Griffin para maltratar el aro ante Giannis. De tiralíneas, de estrellas que se lo pasan bien (52-31), de un equipo que, con lo mostrado en la serie, parece difícil que pueda encontrar un rival a la altura. Desde el inicio del segundo cuarto hasta el final del tercero, la distancia se negociaba por encima de los 20 puntos; una vez iniciado el último, con tiempo para los menos habituales, explosión definitiva por encima de los 30.
Un plan fallido y un perímetro histórico
En el primero asalto, los de Wisconsin se ahogaron en su plan. Budenholzer, que hasta había podido ensayar frente a Miami Heat, tenía claro por donde se podía atacar... y atacó. 72 puntos en la puntura por 48, y 58 rebotes por 47. Encontró las debilidades, las explotó y se ofuscó en ellas, descuidando todo lo demás.
Ni la ausencia de Harden permitió a los defensores perimetrales parar un asedio capaz de tumbar al castillo más fortificado. Se intentó repetir el plan... y salió peor. Era mala idea y terminó en inspiración fatal. Tanto, que los Nets firmaron su récord histórico de triples en la fase final (21), el tercero en el registro global de la competición. 50% de acierto al que se apuntó todo el mundo: 3 de 5 para Landry Shamet, 2 de 4 para Mike James... Griffin también se sumaba desde fuera, como en el primer encuentro, y Kyrie Iving hacía gala de su endiablada versatilidad. Si Durant ponía la dinamita, Irving tiraba la cerilla: 22 puntos, 5 rebotes y 6 asistencias con porcentajes, de nuevo, para frotarse los ojos. 52,9% en tiros de campo y 50% desde el perímetro con 8 intentos. De Globetrotters.
Milwaukee se volvía a imponer por dentro (52 puntos por 38, y 50 rebotes por 48), pero... y qué. Esa es su única posible satisfacción hasta el momento, cumplir con su plan, uno que no funciona. Brooklyn renuncia a la zona, sabiendo que todo el daño que le llegue por ahí es sobradamente compensado por lo demás.
Antetokounmpo, seguramente, terminó con el triple-doble más amargo de su carrera (18+11+10) y Middleton, tras un inicio horrendo, le acompañaba en la anotación con 17 puntos. Poco más a destacar en su hoja de estadísticas, marcada por los infames balances negativos en el más-menos.
Al descanso, Durant se iba hasta los 21 puntos. Su 53ª vez superando los 20 puntos en una mitad de playoffs, solamente por detrás de LeBron James (96) y Kobe Bryant (69), en las últimas 25 temporadas, en cuanto a noches a tal nivel anotador. Sinónimo de su magnitud. Sinónimo de una altura que, a día de hoy, parece inalcanzable para unos Bucks desprovistos de la grandeza que siempre prometen, pero que pierden cuando llega la hora de la verdad. Ahí donde aparecen los mejores. Ahí donde, de momento, los Nets parecen un monstruo indomable. Al rincón y con la cabeza entre las piernas.