Apesar de su gran peso en la economía regional por la relevancia de la producción de añil, la Intendencia de San Salvador no era la zona más rica del Reino de Guatemala en los años de la independencia, sin embargo, esta jurisdicción del Pacífico de centroamericano estaba relativamente bien conectada con el mundo de la época.
Los historiadores consultados por Diario El Mundo sostienen que tanto San Salvador como la Alcaldía Mayor de Sonsonate tenían acceso a la red marítima española que conectaba de manera directa con los puertos de Acapulco, Nueva España (actual México), y Callao, Perú.
Acapulco conectaba a su vez con las rutas de Manila y Asia (China) y el Callao con los territorios suramericanos y, vía Cabo de Hornos, con Europa. Estas rutas funcionaban en dos vías y permitían que las familias a cargo del negocio del añil acordaran negocios con las élites de Guatemala, como la llegada de compradores y productos de Asia y Europa.
Las ferias decayeron cuando la economía fue dominada por el café. Lo que persiste ahora es más ligado a las fiestas religiosas pero aún así generan cierto dinamismo, pero no es ni la sombra de lo que fueron”. Carlos Gregorio López Bernal, historiador, docente e investigador de la Universidad de El Salvador.
El historiador Carlos Gregorio López Bernal explica que el comercio interno era activo y se movía principalmente en un circuito de ferias que agrupaba a comerciantes que no solo fungían como distribuidores, sino como compradores de producto local.
La principal salida para la producción sansalvadoreña era el Puerto de La Unión, el cual tenía un interés estratégico porque conectaba de mejor forma con las zonas de producción de añil que se vendía a comerciantes guatemaltecos y se llevaba a Europa.
San Salvador y Alcaldía Mayor de Sonsonate no tenían milicias para dede defender las costas. Entraban los piratas, se movían a su gusto. El Golfo de Fonseca y la Bahía de Jiquilisco eran tierras de nadie”. Carlos Cañas Dinarte, historiador e investigador salvadoreño radicado en Barcelona. España.
El historiador Carlos Cañas Dinarte explica que en Acajutla, en esa época, no había muelle, pero sí era un punto en el que los galeones hacían una escala y donde se cargaba y descargaba producto mediante un sistema de lanchas.
La entonces “rada” de Acajutla conectaba con los puertos del Callao y Acapulco y estaba en camino de convertirse en el punto logístico de la actualidad. Sin embargo, también había una red de rutas terrestres que permitían una actividad relativamente fuerte con las demás ciudades del Capitanía General que facilitaba otro tipo de intercambio comercial y la movilidad de personas y de desarrollo de ferias.
El “chinero”
Ya desde la época de la independencia había en el país relaciones comerciales con territorios distantes como China, desde donde se traían utensilios de uso cotidiano como cristalería. Carlos Gregorio López Bernal dice que esta era una novedad, además de utensilios ostentosos que lograron hacerse un espacio como símbolo de estatus, un concepto de valor que persiste unos 200 años después con los “chineros”, los muebles diseñados para mostrar estas caras pertenencias familiares.
“El chinero es una reminiscencia de la época colonial”, dice el investigador quien añade que los utensilios que se resguardaban eran especiales ya que no eran de uso diario. “Las familias se daban un lujo y (estas vajillas) no eran para comer los frijoles de todos los días”, valora el historiador López Bernal.