Detrás de la taza de café que toman los salvadoreños cada mañana está la labor de uno de los sectores más vibrantes de la economía. Generador de empleos, biodiversidad, desarrollo, impuestos y reconocimiento internacional son algunas de cualidades que la industria cafetalera se ganó durante los más de 200 años que ha acompañado a El Salvador.
Para que una taza de café llegue a la mesa de una persona tiene que pasar por toda una cadena de producción que genera más de 50,000 empleos directos y 200,000 indirectos.
Inicia con los productores en las fincas, pasa a los beneficios o cooperativas, y llega a un tostador que debe aplicar un método para transformar las propiedades del grano antes de entregarlo al comprador. Finalmente, llega a las cafeterías donde los baristas preparan bebidas especializadas, se comercializa en el mercado o se exporta.
Para Ernesto Telles, especialista en producción y exportación de café, más que hablar de bosque cafetero se debe considerar el “bosque forestal” de El Salvador porque por cada manzana cultivada se contabilizan entre 3,000 y 4,000 plantas de café con hasta 100 árboles de sombra. Se convierte entonces en el purificador de la contaminación del aire y el principal filtro del agua lluvia, que luego alimenta las cuencas hidrográficas.
Destaca que el principal actor de esta cadena de producción es la persona, quienes logran cada año que las más de 20,000 fincas distribuidas en las seis cordilleras cafeteras a nivel nacional de mantengan con vida, en tiempos de incertidumbre como la pandemia del nuevo coronavirus o las choques climáticos por fuertes lluvias o sequías extremas.
“Los beneficios del sector son empleos, ambiente y (desarrollo) social. No hay un pueblito en el campo que no se haya desarrollado alrededor de toda la actividad que da el café (…) En todas las cordilleras cada pueblito está rodeado de café”, afirma.
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Necesita apoyo
La historia del sector, recogida por el Consejo Salvadoreño del Café (CSC), plantea que las primeras plantas de café se localizaron en 1740 en Ahuachapán. En el siglo pasado fue de los vehículos económicos más dinámicos, tanto así que financió a inicios de 1900 la construcción del Palacio Nacional en el corazón de San Salvador y sus impuestos se utilizaron para varias obras públicas.
El grano de oro, como se conoce, sigue gozando de fama que se ganó en la década de 1970 cuando El Salvador se convirtió en el quinto productor mundial. Sus exportaciones dejaron $111.9 millones a la economía salvadoreña en 2019, según datos del Banco Central de Reserva (BCR).
Sin embargo, el sector se encuentra en profunda crisis de baja productividad, insolvencia financiera, bajos precios internacionales y ahora, por las lluvias, a un potencial brote de roya como el registrado en 2013.
Telles manifiesta que, tras años de aportes a la economía a través de impuestos y biodiversidad, ahora el sector urge de apoyo para reactivar la producción. “Están por endeudar al país y no vemos que en esa deuda, que nosotros vamos a ayudar a pagar, nos hayan tomado en cuenta”, afirma.
El experto destaca además que en el corto plazo “urge” apoyo al sector para que controle la roya, con foliares y fungicidas. Luego, suma, viene el proceso de reestructuración de la deuda para que los productores se vuelvan sujetos de créditos y así se procede a renovar el parque con nuevas variedades.