Cultivar hoy en día es como jugar al fútbol, "a veces se gana, a veces se pierde". Así resume Jesús Alberto Monroy, un agricultor de Guatemala, la realidad a la que se enfrentan los países del conocido como Corredor Seco de Centroamérica, cuyos habitantes son cada vez más conscientes de los efectos que el cambio climático está teniendo en sus vidas.

Unos 10,5 millones de personas viven en el conocido como Corredor Seco que abarca zonas de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua y que se caracteriza por atravesar un periodo seco anual entre noviembre y abril. En los últimos años, ha sufrido sequías recurrentes que han tenido un fuerte impacto tanto en los medios de vida de la población, eminentemente agrícola y el 60 por ciento de la cual vive en la pobreza, como en la seguridad alimentaria y nutricional.

Para entender mejor esta nueva realidad, Ayuda en Acción ha llevado a cabo un estudio en un total de 102 comunidades de los cuatro países abarcados por el Corredor Seco con encuestas y grupos focales, así como con mediciones antropométricas de niños menores de 5 años para conocer su estado nutricional.

Con ello, ha podido determinar que las familias campesinas de subsistencia han sido las más afectadas por la variabilidad climática que ha tenido un impacto en sus cosechas desde el año 2012.

Así, en Nicaragua, el 91 por ciento de las familias dicen haber sufrido pérdidas mayores o iguales al 70 por ciento de sus cultivos de grano básico, la cosecha con la que se alimentan sus miembros en los seis meses siguientes. En el caso de Honduras, el 69 por ciento de las familias han experimentado ese nivel de pérdidas en sus cosechas, mientras que en Guatemala ha sido del 62 por ciento.

En cuanto a las causas, según Ayuda en Acción, el 47 por ciento señala que la principal es la ausencia de lluvias durante el periodo vegetativo del maíz, mientras que el 31 por ciento atribuye las pérdidas en sus cosechas a la falta de fertilizantes por la escasez de recursos.

CUANDO ERA NIÑO NO FALTABA DE NADA

Según cuenta a la ONG Jesús Alberto, el escenario de incertidumbre actual para los campesinos no ha existido siempre. "Recuerdo cómo de niño en mi comunidad no faltaba de nada, había maíz y toda clase de frijol", subraya. "Estamos siempre en la lucha de ver cómo sacamos adelante a nuestra comunidad", lamenta este agricultor de Chiquimula.

Isidra Polanco vive en el departamento de Madriz, en Nicaragua. A sus 70 años, asegura que siempre ha vivido de los frijoles y el maíz que sembraba, sin embargo debido a la sequía ahora la comida ya no alcanza para ella, su marido y sus dos nietos.

"Lo que más me preocupa son los niños. Estamos comiendo menos para que rinda más: un poquito de frijoles y tortilla, a veces también un poquito de arroz", explica a Ayuda en Acción. "Lo que más me duele es cuando vienen mis nietos a pedirme comida y ya no tengo qué darles. Lo único que puedo decirles es que aguantemos hasta mañana, que algo vamos a conseguir", añade la mujer. "Aquí la siembra de granos es como una rifa, se tira a ganar o perder", resume.

Según Ayuda en Acción, el 63 por ciento de las familias encuestadas viven con menos de 60 céntimos de euro al día y los granos básicos que producen, mientras que el 54 por ciento de los niños menores de 5 años presenta desnutrición crónica, un retraso en el crecimiento irrecuperable debido a la alimentación inadecuada.

Como resultado de la pérdida continuada de cosechas en los últimos años, en Nicaragua el 76 por ciento de las familias encuestadas se encuentra en estado de inseguridad alimentaria severa o crítica, el 56 por ciento en Honduras, el 42 por ciento en Guatemala y el 24 por ciento de El Salvador.

EL CLIMA HA CAMBIADO

En torno a nueve de cada diez de las personas consultadas y los grupos focales han indicado a la ONG que el clima ha cambiado "bastante" en sus respectivas zonas. El 80 por ciento de las familias señala que los cambios son patentes desde hace 5 a 7 años, mientras que el 66 por ciento de los grupos focales y el 78 de los informantes clave señala que en realidad se remontan a hace 10 a 20 años.

Entre los cambios identificados figura que no llueve cuando tiene que llover, que hace más calor, que las lluvias empiezan más tarde o que el periodo seco en la época de lluvias --la canícula-- es más largo.

Delmy Carolina García vive en el departamento de Ahuachapán, en El Salvador. Según cuenta a Ayuda en Acción, la sequía está impidiendo a muchas mujeres como ella sacar a adelante a sus hijos. "Desde que estamos embarazadas no comemos adecuadamente", se queja.

"Cuando nacen nuestros hijos darles de comer solo maíz y frijol no es nutritivo, hace que siempre estén con problemas de salud", explica, subrayando que en su comunidad hay más de 20 niños con algún tipo de desnutrición.

Entre los efectos constatados por los agricultores en el Corredor Seco figuran, además de la escasez de alimentos por la pérdida de cosechas, una mayor morbilidad y nuevas enfermedades, en particular entre los niños, así como también pérdida de animales y de superficie forestal, además de escasez de agua para consumo humano.