La Alianza Cacao logró alcanzar un 79 % de la meta estimada de hectáreas. / DEM


Odilia Ascencio es una agricultora del municipio de Jucuapa, en Usulután, uno de los departamentos más afectados por la sequía que diezmó los cultivos de granos básicos y varios cultivos en 2018. Su parcela familiar perdió más de 300 árboles de cacao, un cultivo ancestral por el que apuesta para sacar adelante a su familia.

Como Odilia, miles de familias se enfrentaron a 40 días consecutivos sin lluvia, del 22 de junio al 1 de agosto del año pasado. La sequía ocasionó la pérdida de más de 1,400 hectáreas de cacao nuevo que apoyó la Alianza Cacao El Salvador, un programa de Asocio para el Crecimiento que ejecuta Estados Unidos en el país.

“La zona fue muy afectada. Hicimos conservación de suelos, con canaletas para que el agua absorba en tiempo de lluvia, pero siempre se pierde por la sequía y las plagas que proliferan, nosotros resembramos pero otros perdieron mucho más”, indicó.

En el corredor seco del país, la sequía agotó los cultivos de subsistencia de miles de familias, y atacó los esfuerzos por rescatar el cacao, un cultivo ancestral producido por los mayas hace más de 2,500 años en Centroamérica.

La sequía provocó que unas 1,400 hectáreas cultivadas en más de cinco años del proyecto resultaran afectadas, y otros miles tuvieran que ser intervenidas con injertos y reservorios de agua, detalló Jairo Andrade, director de la Alianza Cacao El Salvador.

El programa proyectaba dejar 6,500 hectáreas de cacao fino de aroma. “Ahora hay 5,100 hectáreas de cacao. Se lograron (sembrar) todas las hectáreas estimadas en el proyecto, el problema es que la sequía afectó al país de manera tremenda. Muchas plantas crecieron, y otras no”, explicó Andrade.

En total, 3,625 productores estaban sembrando cacao, pero muchos desistieron después del evento climático. Quienes perdieron más, explicó, son los productores pequeños, con menor acceso a agua, y que además, viven en zonas acosadas por las pandillas, o tuvieron que migrar.