En San Pablo Tacachico, Atiocoyo, en La Libertad, los productores de tilapias se ven obligados a enterrar el pescado muerto por la sobrepoblación en los estanques, luego que se vieran interrumpidas sus exportaciones hacia Guatemala y les golpeara la pandemia del COVID-19.
Entre 150 y 200 productores viven del cultivo de tilapias en San Pablo Tacachico. Tienen una planta procesadora, que desde hace dos años exporta más del 80 % de su producción hacia Guatemala. Sin embargo, estas actividades se vieron interrumpidas en febrero pasado luego que el país vecino no permitiera el ingreso alegando que necesitan un laboratorio que certifique que el producto no está contaminado.
Douglas Henríquez, productor de San Pablo Tacachico, asegura que solicitaron apoyo a las autoridades del Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura (Cendepesca), bajo la dirección del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), pero no se logró solventar la situación pues inmediatamente del corte de exportaciones el país ingresó a emergencia nacional por la pandemia.
“Todos los productores estaban esperanzados” a incrementar las exportaciones para Semana Santa y comenzaron a prepararse tres meses y medio antes de la festividad, que es el período que toma una tilapia llegar al peso ideal de consumo. Se quedaron sin lograr vender a Guatemala y, aunque han intentado colocar en el mercado nacional, no logran equilibrar la situación ya que los salvadoreños no consumen este pescado.
“Hemos querido colocar el producto en los mercados nacionales, pero se nos ha dificultado porque hay demasiado pescado y la demanda de El Salvador de esta tilapia, de todo lo que se produce, solo consume el 20 %”, agrega Iliana Crispín, de la planta procesadora.
Ante las pocas ventas, los reservorios de tilapias se han sobrepoblado y se ha incrementado la mortalidad. El pescado muerto no se puede consumir porque se desconoce cuánto tiempo pasó en el estanque y si ha desarrollado bacterias dañinas para el ser humano.
Así, “tristemente se está enterrando el pescado que está muriendo. A diario, por cada productor, son 300 libras”, indicó Crispín. Si cada libra tiene un costo en el mercado $1.75, los 150 productores que proveen a la planta procesadora pierden más de $500 diarios.
Para Henríquez, en tanto, asegura que desde que comenzó la crisis ha botado 24 quintales de tilapias, que antes comercializaba cada uno a $100. Calcula que ha perdido unos $2,400.
¿Dejar de producir?
Antes de la crisis, se producían 30,000 libras de tilapias de las cuales 20,000 libras se enviaban a Guatemala. Ahora se mantienen básicamente paralizados por el temor a que no se logre colocar el producto en Guatemala y los productores han dejado de alimentar a los peces.
“Por esto del COVID-19, no ha afectado porque todos los planes que tenía el Ministerio de Agricultura en apoyo al sector han quedado, quizá, en un segundo plano (…) Algunos (productores) ya no están dando alimento a las tilapias porque ya no pueden comprar concentrado”, comentó Crespín.
Se mantienen a la espera que el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) les entregue los permisos para que puedan comercializar tilapias en las salas de venta de Walmart, incluso así, indicó Crispín, no se logrará cubrir el exceso de producción.
“Imagino que por la situación en la que estamos se han atrasado tantas cosas, pero no nos dan una seguridad o una proyección. Tenemos temor”, indicó la ejecutiva.
Los productores piden ayuda al Gobierno para retomar las exportaciones a Guatemala, además aseguran que han apoyado en esta crisis con una donación de tilapias a Cendepesca.