La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que eligió este viernes un nuevo secretario general, ha ganado influencia en la escena económica internacional en los últimos diez años, pero su papel sigue siendo poco conocido.
El exministro de Finanzas australiano Mathias Cormann fue elegido este viernes para reemplazar al mexicano Ángel Gurría al frente de la organización con sede en París.
"Fea durmiente".
La Organización de Cooperación Económica Europea (OCEE) fue fundada en 1948 para administrar el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, financiado por Estados Unidos.
A finales de la década de los 50, los dirigentes occidentales, preocupados por la expansión del comunismo, crearon un nuevo organismo para "promover el crecimiento económico sostenible, el empleo y la prosperidad": la OCDE, que nació el 30 de septiembre de 1961.
El Consejo, presidido por el secretario general e integrado por los embajadores de los 37 países miembros, da orientación estratégica a más de 300 comités que abarcan casi todas las políticas públicas. Las decisiones se toman por consenso.
"Antes, era algo polvorienta, técnica, comités incomprensibles, normas suaves que no llevaban a ninguna parte. No era la bella durmiente, era la fea durmiente", dice un ejecutivo. Todo cambió, según él, con Gurría, cuyo mandato iniciado en 2006 vence en junio.
La OCDE ha conseguido, bajo el mandato de Gurría, hacer retroceder los paraísos fiscales y el secreto bancario, y actualmente lidera las negociaciones para reformar la fiscalidad de las multinacionales. |
Informes.
La OCDE es ante todo una gigantesca base de datos estadísticos que son utilizados para evaluar las políticas públicas y facilitar el comercio entre los países.
Elabora unos 500 informes al año, que abarcan desde la migración o el empleo hasta la igualdad de género y las previsiones económicas tradicionales, pero también establece normas internacionales (más de 450 en 60 años).
Su superventas es un manual para la codificación de tractores, por ejemplo.
También es un foro en el que se reúnen funcionarios, expertos y académicos. Antes de la pandemia, la sede de la OCDE en París acogía a casi 200.000 visitantes al año.
¿Un "club de ricos"?
Es el apodo que le han dado. De hecho, sus 37 miembros representan el 60 % del PIB mundial. Pero "hace 20 años era el 80 %", dice el ejecutivo antes mencionado. Y la institución se está abriendo al mundo emergente: en 2020 se unió Colombia y este año se invitó a Costa Rica.
La organización, que encarnó el "consenso de Washington" (ortodoxia liberal), también ha "comprendido que el tema de la desigualdad es crucial", según esta fuente. Laurence Boone, su economista jefe, se refiere a ella muy a menudo.
"En Europa, la OCDE es vista como una organización liberal, que está en contra del salario mínimo o quiere aumentar la edad de jubilación, pero en Estados Unidos o Australia se nos ve como comunistas", dice otro.
Fin del secreto bancario.
Este fue su mayor éxito. La labor de la OCDE, encomendada por el G20, socavó el secreto bancario al introducir el intercambio automático de información entre los países para combatir la evasión fiscal.
Desde 2009, 84 millones de cuentas bancarias se han visto afectadas, lo que ha dado lugar a la recaudación de 102.000 millones de euros en impuestos.
Sin embargo, la OCDE no ha podido hasta ahora cerrar un caso muy polémico, bloqueado por Estados Unidos: encontrar una forma internacional de gravar a las grandes empresas digitales, especialmente las estadounidenses, a las que se acusa de pagar impuestos insignificantes en relación con sus enormes beneficios.
El "electrochoque PISA".
Otro proyecto de alto perfil de la OCDE es el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), una prueba enorme que se realiza cada tres años para comparar el desempeño de los sistemas educativos (en 2018, se evaluaron 600,000 estudiantes de 79 países).
Los resultados suelen provocar un intenso debate público, sobre todo en los países de menor puntuación, mientras que otros se presentan como modelos.
En Alemania, la revelación de que el rendimiento de los estudiantes en lectura y matemáticas estaba por debajo de la media de la OCDE provocó un electrochoque en el año 2000 y dio lugar a inversiones masivas en educación.