Grandes flotas pesqueras internacionales recorren el Pacífico en travesías que pueden durar hasta un año.


La pesca dejó de ser hace años una actividad que se limita a la busqueda de especies en los márgenes de las aguas territoriales de cada país, es una multimillonaria industria que mueve a cientos de barcos que cruzan los mares en busca de peces.

Sin embargo, el peso de flotas cada vez más grandes, amenaza a ecosistemas completos y los países como El Salvador tienen pocos márgenes para proteger un recurso sobreexplotado.

Margot Stiles, consultora y exdirectora del programa de transparencia de Global Fishing Watch, explicó que la economía del mar es gigante y que en ella está en juego la calidad de los ecosistemas, el modo de vida de pequeñas comunidades costeras (dedicadas a la pesca artesanal) y la sobreexplotación del recurso.

“Ganamos mucho de la pesca: hay empleo, comida y exportaciones. Es un tema entre la industria nacional y la de extranjeras que vienen al país”, valoró.

El Salvador es testigo de este desbalance, el país vio como la sobre explotación del recurso del camarón redujo su peso drásticamente en menos de 40 años. Tanto que la reducción de capturas cayó en un 78 % entre 1980 y 2018 y dejó de ser uno de los productos estrella de exportación.

Stiles destacó que otra especie amenazada es el pargo, conocido popularmente en el país como “boca colorada”. Dijo que en muchos lugares ha disminuido la captura y se nota que cada año los especímenes son más pequeños, son más caros y para atraparlos se tiene que salir más días a la semana. “Es un trabajo más duro”, valoró.

La cada vez menor disponibilidad de la especie ha provocado que haya un cambio en la oferta y que, probablemente, alguien que pide pescado termine comiendo tiburón en su plato -incluso sin saberlo-.

En el caso del atún y los tiburones añadió, son pesquerías con mucha competencia entre la flota nacional y la extranjera, la segunda puede pasar meses o el año entero pescando para llevar el producto a su destino final en Japón, China o España.

Las flotas pesqueras no siempre son identificadas, muchos barcos pagan sus sistemas de monitoreo para navegar en el anonimato.


La especialista dijo que el mantenimiento de estas megaflotas no es de cualquier nación y se refirió a que la mayoría de la captura mundial está a cargo de siete grandes economías, entre las que destaca el peso de China, una nación que demanda 18 millones de toneladas de pescado por año, un ritmo que duplica el consumo combinado de la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Rusia, Taiwán y Estados Unidos.

“Todo el mundo pesca, pero la cantidad mayor gasta mucho diésel y llega a los países que tiene la plata para hacerlo. China tiene toda la plata y una flota para viajar a hacer las capturas”, detalló la especialista que también dijo que es una industria que trabaja con multimillonarios subsidios.

Stiles sostiene que debido a esta fuerte presión de las flotas internacionales hay una tendencia mayor para los tiburones en la pesca artesanal quienes antes podían capturar una mezcla de especies y ahora es cada vez menor.

Es tan grande el cambio que se estima que El Salvador, Costa Rica, Panamá y México la carne de tiburón está desplazando al pescado tradicional.



La especialista sostiene que hay un enorme desafío para proteger los mares y las poblaciones de peces, pero hay un tema clave negociar o enfrentar a la flota extranjera y partir de un mínimo monitoreo científico para saber quién está pescando en toda la región, cuantas flotas extranjeras hay, cuanto se captura y qué especies.

Uno de los problemas es que a pesar de que se sabe dónde se estaciona buena parte de las flotas extranjeras, muchas otras apagan sus equipos de rastreo y se mueven sin ser detectadas.

La especialista dijo que Chile, Perú, Ecuador, Panamá y Costa Rica buscan enfrentar la flota extranjera en conjunto y reconoce que la cooperación se aceleró por las flotas de pesqueros chinos que proliferaron en el Pacífico.


Actividad vital


Se estima que en El Salvador hay una comunidad de entre 25,000 y 50,000 pescadores y que la actividad genera el 98 % de empleo para los pescadores.

Sin embargo, el país posee la más alta densidad de embarcaciones del istmo centroamericano con 22.8 por kilómetro cuadrado, mientas que los beneficios de la actividad cubren a 112 comunidades y benefician a unas 200,000 personas, datos que reflejan la importancia de trabajar en favor de la preservación.

Stiles dice que se necesita más precisión de la data y de un registro para conocer de mejor forma a las comunidades de las zonas costeras.