La historia recurrente es que los gobiernos suelen hacer reformas de los sistemas de pensiones y generalmente el más perjudicado es precisamente el cotizante. El Gobierno prioriza el arreglo de sus finanzas y de los hoyos que viene cargando el Estado debido al mal manejo del sistema anterior y de medidas populistas e irresponsables del pasado reciente.
De manera que el Gobierno debe tener claro que la reforma de pensiones no puede hacerse para perjudicar a los cotizantes del sistema actual, para tapar los hoyos del sistema antiguo. Eso sería heredar a los futuros pensionados la misma problemática que hoy enfrentan los jubilados.
Tratar de imponer una reforma sin la participación y aportes de los actores del sistema podría ser un error garrafal en términos económicos y políticos, sería poner un parche que puede traer consigo incluso costos electorales. La aritmética legislativa la pueden tener para aprobar semejante reforma, pero si no se hace responsablemente, puede ser catastrófico.