El presidente Jimmy Morales asumió ayer la presidencia guatemalteca con promesas de una renovación moral y una recuperación de la turbulenta etapa que llevó a la renuncia de su antecesor, Otto Pérez Molina y su vicepresidenta, Roxana Baldetti, por dirigir una red de corrupción y defraudación aduanera.

Guatemala tiene muchos desafíos y el presidente Morales tiene que enfrentar esos retos en una sociedad cada vez más demandante, más exigente, intolerante con la corrupción y sus males, tal como lo demostró con las protestas del año pasado. Encima, Morales asume en medio de un proceso profundo de lucha contra la impunidad y de depuración de la clase política guatemalteca. El mismo Morales llega a la presidencia por no ser parte de la clase política tradicional, él cobró celebridad como cómico, aunque tiene una preparación académica como economista.

Le toca una etapa de crisis política y económica, no le bastará solo con hacer un gobierno honrado, sino también uno eficiente que sepa equilibrar el clima de negocios que facilite las inversiones y el desarrollo económico, con la lucha contra la pobreza.

Al mismo tiempo, deberá continuar con la senda del fortalecimiento institucional para mantener al país por el camino iniciado.