El inicio del nuevo año ha traído anuncios de que el Gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén hará cambios en su gabinete en las próximas semanas y particularmente en el área de Seguridad Pública, algo que es consecuencia de los terribles resultados del año recién finalizado, que terminamos como la nación con la peor tasa de homicidios del mundo.

Pero el mandatario no debe enfocarse en un mero cambio de personas. Ya sus antecesores han cometido el mismo error. El problema no es solo el ministro de Seguridad o el director de la Policía Nacional Civil. Es la estrategia, la visión, el método de combate a la criminalidad y a la delincuencia organizada.

Durante más de dos décadas, el problema de seguridad se ha politizado, no se ha visto con objetividad y seriedad. Le ha sucedido a la derecha y a la izquierda desde la oposición y desde el Gobierno. La terrible etapa de la tregua provocó una terrible desconfianza de la población. Concesiones como las que se dieron a las pandillas, jamás deben repetirse.

Cambiar funcionarios que no dan la talla en sus puestos es lógico, pero hay que ir más allá. Evaluar seria y profundamente si lo que se ha hecho funciona o no y crear nuevas soluciones, porque la población no puede seguir sufriendo esta tragedia de la violencia.