Pero el mandatario no debe enfocarse en un mero cambio de personas. Ya sus antecesores han cometido el mismo error. El problema no es solo el ministro de Seguridad o el director de la Policía Nacional Civil. Es la estrategia, la visión, el método de combate a la criminalidad y a la delincuencia organizada.
Durante más de dos décadas, el problema de seguridad se ha politizado, no se ha visto con objetividad y seriedad. Le ha sucedido a la derecha y a la izquierda desde la oposición y desde el Gobierno. La terrible etapa de la tregua provocó una terrible desconfianza de la población. Concesiones como las que se dieron a las pandillas, jamás deben repetirse.
Cambiar funcionarios que no dan la talla en sus puestos es lógico, pero hay que ir más allá. Evaluar seria y profundamente si lo que se ha hecho funciona o no y crear nuevas soluciones, porque la población no puede seguir sufriendo esta tragedia de la violencia.