Ayer, en la “Noche de Solidaridad 2018” de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades), que celebra el espíritu de servicio y muchas buenas obras hechas en El Salvador, se otorgó el premio Ad Vitam a doña Anabel Tinoco de Meza, por su iniciativa de ayuda social.

La Fundación San Andrés (Fusandres), es el más grande proyecto de solidaridad que ha emprendido doña Anabel. Ésta es una organización de proyección social, con presencia en el área geográfica conocida como Valle San Andrés, conformada por los municipios de El Congo, Ciudad Arce, San Juan Opico, Quezaltepeque, Colón, Tepecoyo, Sacacoyo, Armenia, Talnique y Jayaque, con una población de más de 400 mil personas. En ella se tienen, de manera permanente, programas de reinserción de jóvenes en riesgo social, organización y desarrollo comunal, salud, equinoterapia, educación, medioambiente y deportes.



“Desde joven sentí este llamado de ayudar. Soñaba con ser enfermera. Fue así como se me presentó la oportunidad de ayudar en algunos hospitales fuera del país y en el hospital Rosales, a mi regreso a El Salvador, después de terminar mis estudios”, dijo en su discurso, la presidenta de Fusandres y fundadora de Invernova.

Sin embargo, y haciendo referencia al tema de la noche “La tormenta no depende de ti, superarla sí”, aseguró que siempre tuvo apoyo, incluso de quienes menos lo esperaba: “En los terremotos de 2001 nos organizamos en la fundación junto con los lugareños, para trasladar a la gente de los lugares peligrosos a los albergues. En ese tiempo, nuestros mejores trabajadores fueron todos los pandilleros. Teníamos que hacer mil casas y necesitábamos 50 mil ladrillos. Los ladrillos estaban carísimos, entonces cemento Cessa nos prestó una máquina de hacer ladrillos y con los pandilleros, los lugareños y la gente que iba a vivir en la casa nos unimos y logramos hacer 50 mil ladrillos. Fue una cosa única”.