Encariñarse de una película de animación, sobre una familia de superhéroes, no fue tarea difícil con la llegada de Los Increíbles en 2004.

Brad Bird, director y escritor de esta cinta de Disney-Pixar logró construir una nueva visión del subgénero de héroes, los cuales para principios de los 2000 no habían arrancado, ni perfeccionado arcos argumentales que sostuvieran el desarrollo complejo de sus personajes.

Los Increíbles rompieron esos esquemas como una construcción nueva de este tipo de películas, que se nutren propiamente de los cómics, pero no a un nivel como lo hizo para 2004. Incluyendo temas diversos que no eran propios de un filme destinado a un público infantil, tocando temas sensibles de adultos, como la crisis de la mediana edad, revivir los días de gloria, los problemas del matrimonio, la infidelidad, y una constante crítica a la sociedad abrumada por lo cotidiano.

Si bien es un símil a la primera familia de superhéroes “Los Cuatro Fantásticos” de Marvel, ninguna de sus películas está al nivel de Los Increíbles, amalgamando, incluso antes que los propios cómics, el argumento de establecer leyes que registren y controlen las acciones de los superhéroes. Esto último es algo que sería retomado, en cierta medida, en los cómics y película de Capitán América: Civil War.

Sin embargo, Civil War no llega a un nivel complejo, como lo hace esta película animada, en donde vemos realmente los riesgos y vicisitudes que enfrentan los héroes para poder mantenerse en el anonimato, evitando no quebrantar la ley y pagar por ello. Sumando a ello, el eje central de la trama que gira entorno a la educación de los hijos de los superhéroes, quienes crecen con la espada contra la pared, ante el dilema de ocultarse y luchar tal como lo hacen sus padres o limitarse a vivir sus vidas como simples ciudadanos comunes, pese a sus habilidades sobrehumanas.

14 años han pasado desde que aquel estreno se llevó a casa dos premios de la Academia, de cuatro nominaciones que obtuvo. Partiendo esta entrega justamente donde termina la primera, con una familia unida y dispuesta a infringir la ley para defender a los civiles, conservando a sus personajes tal como les vimos la última vez.

Mr. Increíble, Elasticgirl y su amigo afroamericano, Frozono, son reclutados, en esta ocasión, para un proyecto que pretende revocar la ley que obliga a los superhéroes a estar retirados, mejorando la imagen que el público tiene de ellos de ser destructores de ciudades y de ocasionar cuantiosas pérdidas al gobierno. Para ello, Winston Deavor junto a su hermana Evelyn, pretenden que Elasticgirl sea el nuevo emblema de los súpers.

Brad Bird retoma la misma fórmula que empleó en la construcción de la primera película, potenciando, en gran medida, el protagonismo de la matriarca de la familia Increíble, Elasticgirl, quien en la primera parte se roba la mayoría de las escenas de acción con su sorprendente capacidad elástica e inteligencia, reflejando no sólo la personalidad de ella como una mujer que defiende y ama su familia, sino impulsando el poder femenino.

Asimismo, siguiendo su línea argumental, la elección de Elasticgirl como protagonista rompe con el canon de la mujer “ideal” según la utopía de la familia perfecta vigente para los años 60´s, en la cual se ambienta la cinta de estos héroes. Ello permite a su vez el desarrollo de la otra cara de la moneda, que es revelar el lado paternal del Mr. Increíble, quien debe lidiar con sus tres hijos que afrontan diferentes etapas de la vida, como Violeta en la adolescencia, Dash en la pubertad y Jack Jack en la primera infancia, mostrándonos como las actividades cotidianas, por más sencillas que parezcan al ser ejecutadas por mujeres, se vuelven un caos en manos de los hombres, respondiendo a un cliché universal.

Además, esta armonía le posibilita explorar las personalidades e intenciones de toda la familia, y es de hecho el éxito de este filme, que al igual que la primera, se centra más en la vida tras de las mallas, detrás del súper traje, en la convivencia que tienen los personajes tras bambalinas, cuando no son héroes y simplemente tratan de ser ellos y lidiar con la vida en los suburbios.

Pese a un despliegue notorio en la calidad visual de la animación, comparada con la primera película, su villano, en cierta medida, se vuelve predecible. No por ello, el Rapta-pantallas deja de intimidar a la audiencia cada vez que sale en escena o es referenciado, dándole toques misteriosos, alucinantes y tenebrosos. No obstante, su resolución dentro de la historia, más le abonaba a que se mantuviera como el ente siniestro tras los hechos y no como terminó el filme, a la vez de desperdiciar a muchos otros superhéroes que surgen justo al final de la cinta.

Con ello no se puede argumentar que la película no responda y esté casi al nivel de la primera; sin embargo, un plus hubiera sido explotar más esa singularidad que Pixar dio, junto Brad Bird, de encariñarnos con esta familia de súpers.

Michael Giacchino, se supera a sí mismo en esta nueva entrega, retomando la banda sonora que dirigió en 2004, tomando como siempre el hilo central de la canción de “On Her Majesty’s Secret Service” de John Barrys, compuesta para la película de James Bond de 1969, la cual le da ese toque de retratar una época en la que compagina la gracia del espionaje internacional, la guerra fría y la utopía del sueño americano; abonando, a esta entrega, al desarrollo de las escenas de acción que son impulsadas con toques de Jazz y el resonar de tambores y pitidos.

No es de extrañar que “Los Increíbles” nuevamente sea una candidata para los premios de la Academia en las mismas categorías que fue nominada su antecesora, además de embolsarse desde ya la estatuilla a la mejor película animada del año. 14 años de espera que han valido la pena.