Ocho mujeres toman la posta de los hombres en el último capítulo de la saga “Ocean’s”, un atraco a todo glamur y lentejuelas en la era del #MeToo que rompe varios códigos de este género históricamente masculino.

“Ocean’s 8” se estrena esta semana, más de diez años después de “Ocean’s 13”, el tercer capítulo de las aventuras de Danny Ocean (George Clooney) y su banda, que desvalija casinos sin jamás perder su flema legendaria.

Para revitalizar la saga, Warner Bros obligó a Danny, fallecido en 2018 en circunstancias desconocidas, a dejar el lugar a su hermana menor, Debbie (Sandra Bullock), que al igual que su hermano al inicio de la trama, acaba de salir de prisión.

La decoración cambió: pasamos del ambiente aterciopelado de los casinos a la extravagancia de Nueva York, y además en medio de su principal evento mundano del año, la gala del Met, un escenario suntuoso y punto fuerte del filme.

Es en esta velada organizada en la vida real cada mes de mayo por la todopoderosa Anna Wintour, jefa de redacción de la revista Vogue, que Debbie Ocean decide robar un collar Cartier de $150 millones.

Para lograrlo armará un equipo de expertas, todas mujeres. Una rareza, aunque algunas películas ya se aventuraron en el tema, sobre todo “Set if Off” (1996).

Pero “Ocean’s 8” va mucho más allá, despidiéndose totalmente de la testosterona, la maldad e incluso la dimensión dramática, elementos inherentes al género presentes en los tres primeros “Ocean’s”.

No hay armas, no hay explosivos, no hay violencia física, ni la encarnación de una forma de oposición, una suerte de enemigo como podía serlo Terry Benedict (Andy Garcia) en los primeros capítulos. Solo quedan la planificación y la ejecución minuciosa del plan.