Al ritmo de una banda musical, el colorido desfile que mostraba a payasos en monociclo o en zancos, salió del parque Simón Bolívar, en el sector oeste de la ciudad, y se dirigió a la céntrica plaza Gerardo Barrios, frente a la catedral de San Salvador, donde culminó la jornada a la media noche del sábado.
“El objetivo del Sombrilla Fest es poder trabajar el arte como un medio de transformación social para que la gente se divierta y tenga un espacio de convivencia dentro de la ciudad”, declaró el ecuatoriano José Luis Castillo, uno de los líderes del evento.
Castillo, de 37 años, declaró a la AFP que llegó a El Salvador hace tres años convencido de que el circo social “es una herramienta de trabajo para llegar a niños y adolescentes con diferentes técnicas para que trabajen en el arte apartados de la violencia”.
“El circo social va más allá de un espectáculo porque llega a las comunidades con talleres lúdicos formativos de teatro, música, danza, malabarismo y otras artes”, dice.
Para compartir sus experiencias llegaron artistas de Ecuador, Perú, Bolivia, Nicaragua, Costa Rica, México, Estados Unidos y de España (Barcelona).
El Salvador afronta una lucha fratricida generada por violentas pandillas que a diario dejan un promedio de diez homicidios.
En 2017 hubo 3,952 homicidios.