Rocío es amante de los deportes y la vida al aire libre. Le encanta leer y lleva una vida saludable.


Rocío Ibarra es originaria del municipio de Atiquizaya, Ahuachapán. Es la menor de cuatro hermanas. Actualmente vive en Los Ángeles, California y se dedica a la actuación.

Cuando tenía 12 años emigró hacia Estados Unidos junto a su madre y dos hermanas Melisa y Paola. La mayor, Susana, se quedó en el país para estudiar aviación y se convirtió en la primera piloto comercial salvadoreña.

El teatro escolar despertó el interés de Rocío y al graduarse se inscribió en clases de actuación.

“Yo no sabía nada de actuación, pero quería aprender”, dijo. La clase era avanzada y su maestro le dio una semana para aprender un monólogo e integrarse a sus compañeros.

Permaneció en la clase por cinco años y también trabajaba en una tienda de ropa. Rocío recuerda cómo una casualidad inesperada la llevó a estar por primera vez en un set de televisión.

“Un día entró una clienta colombiana, conversamos y le conté que estudiaba actuación. Ella me dijo que conocía a un director que busca una latina y me tomé fotos con el celular para mandarlas, y luego conocí al director y productor”, reveló a Diario El Mundo.



La barrera

A pesar de la ilusión y el esfuerzo, su situación migratoria ha significado un atraso en su carrera.

“A los 20 años no tenía papeles. Me gradué de la escuela y descubrí que mi situación legal iba a ser una barrera horrible. Tenía el material de mi trabajo y no podía mostrarlo a las agencias”, lamentó.

Pero luego recibió una luz de esperanza. Bajo el gobierno de Barack Obama, Rocío se amparó al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Con 21 años y el permiso para trabajar, destacó como modelo y en comerciales con marcas importantes, entre ellas Adidas.

Ahora tiene 28 años y agradece a su familia por el apoyo. Para ella, la actuación es una carrera llena de emociones, donde se necesita mucha paciencia.



Siempre piensa en El Salvador

Tiene casi 15 años fuera del territorio salvadoreño, no ha podido volver a su país, pero se siente orgullosa de su origen y sus raíces.

“El Salvador es el lugar donde yo crecí, mis recuerdos de la niñez están allá, siento una conexión enorme, no he regresado porque no he querido, sino porque no puedo. Una parte de mí todavía está allá”, expresa.