En 1917, Carlos Cañas describe a la capital salvadoreña como una ciudad bulliciosa y pujante, con casas de adobe y bajareque, de cemento y hierro. "Una ciudad muy antigua y muy moderna, a la vez", escribe.



El grande de San Salvador, el imponente volcán tenían en el fondo del cráter, una laguna de unos 0.3 km cuadrados y de 80 metros de profundidad. Esa noche tres terremotos sacudieron la capital y la zona occidental del país.

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