Erick sueña en grande. Tiene cuatro años y ocho meses, y su curiosidad fue cautivada por una cámara fotográfica; lleno de inocencia descubrió que cuando sea grande quiere ser “fotero”.
Durante unos minutos dejó de lado su timidez y comenzó a tomar fotos a su mamá y al personal que trabaja en la Fundación de Fibrosis Quística; su sonrisa permaneció durante todo momento.
“Yo no quiero que me tomen fotos, mejor yo les voy a tomar”, decía el pequeño, mientras detenía la cámara en sus pequeñas manos.
Nohemí Cruz, su madre, recuerda que Erick nació prematuro, y pasó todo un año en el hospital de niños Benjamín Bloom; presentó complicaciones y le realizaron pruebas que resultaron positivas a fibrosis quística. Erick solo tenía un año.
En casa, el pequeño juega con sus dos hermanos mayores, le gusta dibujar y pintar, y cuidar a sus pollitos; pero también sueña con una bicicleta. Intenta llevar una vida normal, pero los niños con el padecimiento tienen defensas bajas y salir a jugar o correr, como todos los niños, es algo que Erick no puede hacer. Además sufre de epilepsia y requiere un cuidado permanente de su madre.
Casi cuatro años después de ser diagnosticado con la enfermedad, Erick es fuerte y lleno de energía, gracias a los medicamentos; todos los días debe ingerir enzimas pancreáticas antes y después de cada comida y recibir nebulizaciones cada cuatro horas. “Mamá después de comprarme la bicicleta quiero una de estas (cámara) para jugar”, pidió Erick.