La Fiscalía General de la República individualizó a los dos cabecillas del programa Centrales de la Mara Salvatrucha, cuyas clicas son procesadas en juzgados especializados de San Salvador en al menos tres fases, se trata José Antonio Guzmán, alias "El Grande" y Nohemí Esperanza Morales, alías "La Diabla".
En el proceso que se ventila en el Tribunal Especializado de Sentencia C de San Salvador, en contra de 42 pandilleros, se procesa a "La Diabla".
A ella la llevamos por varios delitos, más que todo por proposición y conspiración del delito de extorsión en perjuicio de más de 80 víctimas”. Fiscal del caso.
En tanto, José Antonio Guzmán, alias El Grande, es perfilado como el principal de la jerarquía del programa Centro, uno de los que últimamente fue detenido, por lo que no está en este proceso sino en otro que lleva el Juzgado Especializado de Instrucción B.
Tanto “La Diabla” como “El Grande” tienten bajo su mando a cerca de nueve clicas o grupos de la MS, que operan en los cuatro puntos cardinales de la capital y que tienen como fin recoger las extorsiones y cometer asesinatos.
“Ellos le dicen a sus corredores y 'homeboys', que recojan la extorsión, que amenacen a las personas”, afirmó la fiscal.
Además de perfilar a nuevas víctimas para extorsionar, ambos cabecillas tienen la función de ajustar cuentas en sus subordinados en caso incumplan las reglas, como no reportar todo el dinero de extorsión. En esos casos, afirmó la fiscal del caso, también imponen sanciones, como no darles la comisión por las recolectas, no pagar sus abogados, no brindarles alimentación, dejar sin ayuda para sus familiares, entre otros.
“Se logró captar varias llamadas donde ellos amenazan a varias víctimas y se les logró identificar”, aseveró la fiscal.
La forma de actuar de "La Diabla" y "El Grande" es más refinada que el resto de pandilleros de menor rango “son más diplomáticos, sus conversaciones son más pacíficas y las exigencias de dinero son maquilladas de una colaboración a la Mara Salvatrucha a cambio de brindarles seguridad", afirmó la fiscal.
Por lo general los cabecillas llaman a sus víctimas en horas de la mañana o parte de la tarde, de ser necesario las visitaban en sus negocios y les hacer creer que todo es por su “seguridad”.