El informe de la Comisión de la Verdad detalla que en El Calabozo, junto al río Amatitán, ubicado al norte del departamento de San Vicente, el Batallón Atlacatl asesinó a más de 200 personas, el 22 de agosto de 1982, sin embargo, Amado Carrillo , ahora testigo principal del caso, habla de más de 300 personas que permanecían ubicadas frente a esa afluente.
En 2006, David Morales, acusador particular del caso, presentó la acusación en contra de los supuestos responsables, pero esto no avanzó por encontrarse con vigencia la Ley de Amnistía, situación que provocó que el caso fuera archivado, nuevamente. En 2016, el exprocurador de Derechos Humanos, David Morales, representante de las víctimas impulsó la reapertura del caso, después que la Sala de lo Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, derogara la Ley de Amnistía.
“Esta vez , a diferencia de 1992 y de 2006, esperamos que la justicia cumpla con la ley, tanto en 1992 el juicio fue abandonado como en 2006 fue arbitrariamente cerrado, ahora que el caso se reabre esperamos que la actitud del sistema judicial ante un crimen como este, sea distinta y de apego a la ley”, expresó Morales.
Don Amado tiene 78 años, a pesar de su edad todavía se dedica a las tierras, “Por ratos no más, trabajo en la agricultura”, expresó. Vive en Amatitán Abajo, incluso después de la difícil experiencia que enfrentó y a diferencia de otros sobrevivientes, fue uno de los pocos que no huyó del lugar, únicamente se escondió para salvar su vida.
Y es que para sobrevivir tuvo que huir y esconderse entre la montaña, recuerda que en la zona permanecían una gran cantidad de niños y ancianos, recuerdo que todavía le produce tristeza. La memoria de Carrillo permanece intacta, ya que es el testigo principal del caso y se encargó de describir con detalles cada hecho, señalando los lugares donde sucedió la tragedia.
“No se olvida en la memoria ni en el pensamiento, que aquí fue un lugar de hechos donde el Batallón Atlacatl empezó a disparar por allá”, dijo mientras señalaba el otro lado del río. “Yo vi como a cuatro o tres personas, sabemos que eran del Batallón Atlacatl porque ellos mismos se identificaron”, agregó durante su declaración.
El mismo día que Amado Carillo escapó de la muerte, muchos otros perdieron la vida, tal es el caso de la familia de Fernando Bonilla, quien tenía apenas 18 años, la última vez que vio a sus padres, dos hermanas y un hermano menor, además de su compañera de vida. Sus seres queridos fueron asesinados a unos cuantos metros de la zona del río Amatitán donde fue el escenario de la matanza.
“Con mi cuñado regresamos al lugar, pero ya los huesos estaban todos regados, una parte se los había llevado el agua, yo anduve buscando quebrada abajo los demás pero no pude encontrarlos, solo una parte encontré”, dijo mientras señalaba la tumba donde se encuentran sepultados los restos de sus familiares.
Aunque han pasado 36 años, confía en que la justicia podrá devolverle un día la tranquilidad que los responsables de este cruel hecho se les aplique la ley, por arrebatarle a toda su familia, la mayoría de ellos, menores de 14 años.
El Calabozo está ubicado en medio de una montaña con poca sombra, oculto entre plantaciones de maicillo y maleza seca, un suelo árido, donde a medio día la temperatura supera los 35 grados centígrados, ahí se encuentra un río que está a punto de secarse, casi como la esperanza de aquellos que en 1982 perdieron a sus seres queridos.
El día que Amado Carrillo relata la masacre, el juzgado y fiscales hacen una diligencia para anexar al expediente, esta vez, periodistas documentan el recorrido de la zona; aunque en 1992 se realizó por primera ocasión, esta vez fueron sobrevivientes quienes detallaron los hechos ocurridos en el lugar, como lo ordenó el Ministerio Público.
Acusados
En 2006,fue presentada la acusación ante los señalados como responsables, en el Juzgado de Primera Instancia de San Sebastián, contra el alto mando de la Fuerza Armada de la época, entre ellos José Guillermo García el exministro de la Defensa; Rafael Flores Lima, exjefe del Estado Mayor; Rafael Bustillo, exjefe de la Fuerza Aérea; Adalberto Landaverde, exjefe de Artillería; el coronel Sigifredo Ochoa Pérez y a Domingo Monterrosa, ambos comandantes del operativo.
El día de la masacre, familias pobladoras de San Esteban Catarina y zonas aledañas huían del operativo de la Fuerza Armada y se refugiaron a orillas del río Amatitán, cerca del calabozo. El testigo principal del Ministerio Público, Amado Carrillo reveló que cerca de 300 personas, la mayoría niños, mujeres y adultos mayores,fueron ametralladas.
“Día y noche se oían los morterazos, ametrallamientos, los aviones tirando bombas”, recuerda María Herrera, miembro del comité de víctimas. En la tragedia, María perdió a un primo y dos sobrinos. Dice que la esposa de su primo y otro de sus sobrinos nunca aparecieron.
Los habitantes de la zona tienen en común el hambre de la justicia, sin embargo, María pide “algo más importante”: que los culpables pidan perdón. Dice que una situación como esa es imposible de olvidar y lamenta tener presente cada uno de los detalles, porque con ellos también se revive el dolor, la angustia y el sufrimiento de un pueblo entero.
¿Qué dijo la comisión de la verdad?
El informe de la Comisión de la Verdad “De la locura a la esperanza”, dice que existen pruebas “suficientes” que el Batallón Atlacatl dio muerte “deliberadamente” a más de 200 civiles, hombres, mujeres y niñosque habían apresado sin resistencia. Dice que las autoridades salvadoreñas han negado el hecho y que a pesar que dijeron haber investigado, no existe rastro de dicha investigación.