Emerson está en etapa de vigilancia mensual para evitar que el cáncer regrese. / Iliana Cornejo


Emerson Alexander Ramos tiene 14 años, vive en el municipio de Lolotique, en el departamento oriental de San Miguel, su madre es enfermera y su padre maestro. Cuando tenía nueve años fue diagnosticado con cáncer en la sangre y medula espinal, conocido como leucemia.

“Un día lo vi amarillo y pensé que era hepatitis”, recuerda su madre Heidy Guevara. Para descartar cualquier problema de salud, lo llevó a Bienestar Magisterial para que le realizarán exámenes de rutina.

Heidy recuerda la sorpresa y preocupación que sintió cuando la respuesta del examen de hemoglobina era de 4mg (los niveles normales son de 12 mg) por esta razón repitieron los exámenes en un laboratorio diferente, pero la respuesta fue la misma.

En una ambulancia viajaron al hospital de niños Benjamín Bloom, desde su casa ubicada a más de 120 kms de San Salvador, sin saber que durante siete años repetirían ese viaje hacia el mismo destino.

Mientras Emerson era examinado por los especialistas del Bloom, su madre sentía que el corazón se le detenía. Después de horas de espera, llegó la respuesta: “La leucemia es positiva, vamos a pasar al octavo nivel, donde ponemos las quimioterapias”, le dijo el doctor.

Heidy subió al octavo piso de la torre del Bloom, el piso de oncología pediátrica, la peor pesadilla para una madre.

El pequeño recibió las quimioterapias durante un año. Según su madre, no sufrió complicaciones al inicio, pero cerca de terminar, las altas dosis le pasaron factura. Emerson comenzó a sentir cansancio y sufrir broncoespasmos.

Por si fuera poco, adquirió la pseudomona, una bacteria que infecta a las personas con las defensas bajas. A raíz de esto sufrió mucositis (llagas) en la boca y la calcificación en un dedo de su mano.

“Él no tenía defensas, no podía comer. La bacteria le comió una parte de la lengua, pero los milagros existen, Dios lo restableció y le regresó su lengüita y su dedito”, explicó Heidy, entre lágrimas.

Aunque Emerson no vivió su infancia como un niño normal, sino visitando hospitales siempre estuvo decidido a luchar con la mejor actitud, junto a su familia tomaron el cáncer como una gripe “algo que ya va a pasar”. “Yo, hasta que estuve grande me enteré que es eso de la leucemia”, reveló Emerson.

Ahora Heydi recuerda cómo la fundación Ayúdame a Vivir se convirtió en su nuevo hogar, permanecían cinco días en el hospital y solo tres en casa. “Aquí uno tiene que buscar donde bañarse, descansar un poco. En el tiempo que estuvimos aquí dormía en una silla”.

Actualmente, Emerson se encuentra en la etapa de vigilancia y siguen viajando a la fundación para los chequeos mensuales.