Mujeres con bebés en brazo, embarazadas, niños y adolescentes, recibió ayer, Migración. / Marcela Moreno


Una mochila con pocas pertenencias es todo lo que acompaña a Sandra, quien salió del país, hace unos días. Dejó todo. Casa, trabajo, familia y una bebé de dos meses. No puede regresar porque dice que su vida corre peligro.

“Ahorita, sin sentido mi vida porque no tengo para donde irme”, dice mientras mira el portón de la Casa del Migrante, la última parada en el retorno a su país de origen, donde no puede vivir.

Sandra ha recorrido 1,836 kilómetros desde Santiago de Querétaro, en México, donde fue detenida por los agentes migratorios, hace ocho días.

Dice que se fue porque las pandillas la han amenazado por “un mal entendido”, y de ninguna manera puede regresar.

¿Va ir por su bebé?, pregunta Diario El Mundo. “No, no creo. Si yo unos días voy a estar aquí. Yo aquí les dije que no, porque creo que checan eso ahí, para que uno no pueda comprar boletos, pero tengo muchos problemas aquí, no voy a esperar que me maten”, dice sin dejar de verse las manos.

El informe de Amnistía Internacional “¿Hogar dulce hogar?”, critica que los países del Triángulo Norte, no pueden proteger a las personas que son retornados en riesgo.

“No estaba en mis planes irme, tenía mi trabajo chivo. Tengo una niña de dos meses ¿cómo me voy a querer ir? De todos modos ya estoy de regreso, pero no voy a llegar a ver a mi familia”, reflexiona, mientras espera el transporte que la Casa del Migrate ofrece.

Manuel también regresó ayer en el mismo bus, desde Chiapas, México. Fue capturado en Querétaro y trasladado hasta Iztapalapa, en el Distrito Federal mexicano. Aunque no está amenazado por las pandillas, dice que la desesperación por la falta de trabajo lo obligó a irse solo para Estados Unidos. “Uno por los hijos hace cualquier cosa”, dice, mientras espera ser entrevistado por Migración.

Tuvo la mala suerte de ser agredido por los agentes migratorios. “Son violentos”, describe. Dice que cuando fue capturado, lo agarraron del cuello de la camisa y del portacincho, y lo tiraron al suelo. “Si te movés te vamos a romper toda la madre”, relata el salvadoreño.

Esta es la segunda vez que Manuel es deportado. En 2007 intentó irse, sin tener suerte en el camino. “Trabajaba en maquilas, trabajé en otra empresa y me despidieron hace siete meses. Metí currículum en todas partes pero no sale nada”.

La casa de Atención al migrante recibió ayer 88 retornados de México: 34 niños y 54 adultos. Esta es una “baja afluencia”, para el director de Migración, Héctor Rodríguez. “Hay días que se reciben casi 300 retornados”, dijo en una conferencia de prensa, después de recibir a los deportados.