El cementerio municipal La Bermeja recibió a familias que visitaron a quienes se adelataron. / Wilson Urbina


La fecha en la que se recuerda a los difuntos llegó. Las familias salvadoreñas se reunieron en cementerios para recordar a sus fallecidos, en un país con 14 asesinatos diarios, donde la violencia es la causa común y la impunidad el eje transversal de las historias.

Jacqueline llegó a las 9:00 de la mañana al cementerio municipal La Bermeja; allí enterraron a su esposo hace más de un año. No supo explicar las circunstancias en las que murió el padre de su pequeña hija, a la que carga en brazos. Su suegra, que también estaba allí, entre un juego de miradas, recordó que a su hijo lo mataron en la Calle de Oro. “Lo llegaron a sacar de la casa y lo mataron… 21 años tenía”, recuerda.

Los vecinos parecen ser siempre los primeros en darse cuenta. Son ellos los que llevan la razón, el motivo de la demora, la respuesta al por qué no regresa. Calman la impaciencia de la abuela, la mamá o la esposa, pero se convierten, ese día, en el rostro de quien lleva la muerte como noticia.

María estuvo acompañada de sus hijos mientras visitó a su esposo, quien falleció dos años atrás. Estuvo casada por 42 años con Santos. María aseguró que fue un matrimonio lleno de buenos momentos, pero perdieron a dos hijos. “A ellos me los mataron, ‘mamá le vamos a ir a traer el pan’, me dijeron. Bueno, después ya no llegaron eran como 6:30 de la mañana cuando una vecina llegó a decirnos que los habían asesinado”.

María tiene 25 años de vivir en el mismo lugar y todos los días pasa por el lugar donde vio los cuerpos de sus hijos rodeados por una cinta amarilla. Eran dos jóvenes de 22 y 29 años. La vecina llegó y otro de sus hijos le dijo: “Nos traen una razón… allá tenemos dos muertos”. El crimen no fue esclarecido.

Hay consuelo para los que saben con certeza a dónde están enterrados sus familiares o amigos; el cementerio se convierte en punto de reunión para pasar el día.

Mientras unos recuerdan en familia, hay quienes prefieren un momento más discreto con sus seres queridos. Gabriela llegó sola a dejarle unas flores de papel a su abuela que murió hace cinco años por causas naturales. Antes, pasó a visitar a dos compañeros que murieron a causa de la rivalidad entre institutos nacionales: “Se encontraron a ciertos muchachos (de otro instituto) y como existe la rivalidad de pisar terreno contrario…entonces ahí pasó que los acuchillaron”, manifestó Gabriela.

En La bermeja las heridas de los afectados por la violencia están frescas; diferente es el ambiente en el Cementerio General de Santa Tecla, ahí las familias reunidas, celebraron la vida de quienes fueron padres, madres, abuelos y abuelas de los cuales tuvieron la oportunidad de despedirse.