La primera vez que migró lo detuvieron en Mexico, donde pasó 29 días antes de su deportación, y la segunda vez fue en Estados Unidos, donde pasó cinco meses.
Al regresar al país, decidió continuar trabajando en construcción, tal como lo hacía antes; sin embargo, ya no tenía las herramientas porque su esposa las había vendido para cubrir las necesidades familiares durante su ausencia.
“Venía súper triste y descontinuado, sin saber qué hacer, con deudas y sin empleo”, relató.
Fue en ese momento cuando se planteó montar una pequeña granja con 97 gallinas que su hermano le regaló, construyó una galera y comenzó a emprender el negocio de la venta de huevos.
Posteriormente, gracias a las autoridades locales, conoció el Programa Conjunto: Paz y Reintegración de las Personas Migrantes en su Regreso a Casa, en el cual participó y recibió la semilla capital y talleres que le ayudaron a adquirir habilidades en cuanto a ventas, ya que la comercialización era el mayor temor de él y de su esposa.
Desde entonces, asegura que su negocio fue creciendo rápidamente, ya que ahora cuenta con más de 900 gallinas que producen alrededor de 29 cartones diarios y otras 600 gallinas en etapa de desarrollo y que sus hijas y su esposa, han sido piezas claves en el éxito de su granja.
Cruz distribuye los cartones de huevo en las tiendas más cercanas, pero sostuvo que en un mediano plazo, piensa distribuir en supermercados y aumentar la cantidad de gallinas para que la producción de huevos aumente.