Flores migró con su hija de 12 años y su hijo de 17, “lo duro para mí fue cuando me los quitaron, pasé 21 días que yo no miraba a mis hijos, yo lloraba y les suplicaba que tuvieran piedad de mi, que yo como mamá quería ver a mis hijos”, relató con lágrimas en los ojos.
Flores comentó que para lograr migrar tuvo que vender utensilios que tenía en su hogar, entre ellos una plancha para hacer pupusas, por ello cuenta que cuando regresó, ya no pudo ni vender pupusas, porque ya no tenía las herramientas.
“Uno siempre quiere lo mejor para sus hijos, así que me fui con ellos, lo triste es regresar y decir: y ahora qué voy hacer, qué va a pasar, pero uno agarra coraje y tiene que salir adelante”, relató.
Comenzó a buscar empleo, pero aseguró que por su edad se le cerraron muchas puertas; no obstante, meses después conoció la oportunidad de participar en el Programa Conjunto: Paz y Reintegración de las Personas Migrantes en su Regreso a Casa, con el cual aprendió sobre negocios y superó la tristeza que tenía por la deportación.
Ahora, Sandra tiene un restaurante en Guazapa, al cual le llamó “Pupusería y Cocina de Mamá Noy, cuenta con cinco empleadas y distribuye la comida en varias colonias del municipio.
“Mi idea es que con todo eso que aprendí en los talleres que facilitó el personal de la OIM y que me mantienen ahorita, ser una fuente de empleo para las personas que lo necesitan y ser conocida a nivel nacional”, agregó.