Hace 16 años el país sufrió un terremoto devastador de 7.2 grados en la escala de Richter, con más de 30 segundos de duración. En los días siguientes al desastre natural, el país sufrió semanas de luto, búsqueda, agonía y calamidad. El deslave de más de 150 mil metros cúbicos de tierra en la colonia “Las Colinas”, en Santa Tecla, fue el testimonio más visible de la vulnerabilidad del país en aquella época.
Las cifras de personas damnificadas, heridas, fallecidas y desaparecidas cambiaban cada segundo. Los cuerpos de socorro y las instituciones de seguridad no podían unificar cifras. El país era un caos. Haberlo perdido todo era lo único que parecía seguro.
La destrucción fue enorme. En las calles imperó el miedo a una réplica igual o mayor al terremoto. Nadie pudo dormir con tranquilidad después del sábado 13 de enero de 2001. El movimiento telúrico se registró a las 11:33 minutos de la mañana. Minutos después comenzó el llanto, la incertidumbre y el dolor profundo de un pueblo abatido por un desastre natural.
En los días siguientes 1 millón 364 mil 160 personas fueron las damnificadas. En Las Colinas, las autoridades del Comité de Emergencia Nacional (COEN), pidieron a los residentes evacuar de manera pronta las casas que continuaban en pie. Nadie podía predecir o detener un nuevo deslave y que las tragedias siguieran en aumento.
Poco a poco, El Salvador descubrió que el terremoto dejó un saldo de 944 fallecidos; 5,565 personas lesionadas, 193 soterradas; 169,662 viviendas dañadas en todo el país y otras 108,261 viviendas bajo tierra.
El Mundo publicó
Que la hermandad y el coraje sobresalían en momentos de dolor, después de la tragedia de enero del 2001.