Las historias como la de Ana se repiten muy similares en Honduras y Guatemala, países hermanos en condiciones parecidas a las de El Salvador. En dos de estos países, El Salvador y Honduras, se reportan los índices más altos de homicidios diarios, por lo que se les ha catalogado como los más peligrosos del mundo.
“El flujo de migración de los países del Triángulo Norte a través de México hacia Estados Unidos es un fenómeno que dura decenios. Sin embargo, en los últimos años ha surgido una nueva realidad que empuja a la gente a abandonar sus hogares: los altísimos niveles de violencia han provocado que cada vez más personas huyan hacia el norte para salvar la vida”, reza el documento de Amnistía Internacional.
Casos como el de Ana son el reflejo de los motivos para abandonar el país de residencia. Los delitos, a pesar de ser expuestos a las autoridades, siguen en la impunidad y dicho informe asegura que “la población del Triángulo Norte tiene motivos para temer que las autoridades que, se supone, deben protegerla son cómplices de la delincuencia organizada”.
Amnistía Internacional concluyó que la violencia es uno de los factores claves de expulsión de personas en El Salvador y Honduras debido a los niveles incontrolados de violencia y la expansión de los territorios controlados por las pandillas que es un realidad aceptada por las autoridades.
Con esto “ningún gobierno del Triángulo Norte cuenta con un mecanismo o protocolo integral
y claramente articulado para abordar las necesidades de protección de las personas deportadas, lo que expone a muchas de dichas personas a grandes peligros”, expone el informe y evidencia el problema al que se enfrentan los países y su deportados al no poder ofrecerles nada a su regreso.
La violencia es una de las tres causas principales, por los que los salvadoreños buscan el sueño americano.
No hay políticas
Amnistía Internacional sostiene que los países del Triángulo Norte no tienen la capacidad de proteger a sus ciudadanos que regresan en riesgo.