Casi nada se sabe de la vida de Nicolás de Cardona, salvo que fue originario de la ciudad andaluza de Sevilla en el siglo XVI y que desarrolló la mayor parte de sus andanzas exploratorias y comerciales por América y España durante la primera mitad del siglo XVII.
¿Habrá tenido alguna relación filial con Nicolás de Cardona, quien fuera almirante de la flota y armada de Tierra Firme al servicio de Diego Flores de Valdés y quien fue procesado y condenado a servir como galeote hasta 1568, cuando una real cédula le levantó su castigo, para poco después morir y que fuera su hermano Pedro de Cardona el que quedara encargado de cobrarle sueldos atrasados y otros dineros a la corona? Por la información disponible, es imposible saber si ambos personajes guardaban alguna relación genética y parental entre sí.
De lo que sí estamos seguros es que el Nicolás de Cardona de nuestro interés salió hacia América en 1610, como capitán ordinario y cabo de la flota de seis naves encabezada por el general Juan Gutiérrez de Garibay y el también capitán Francisco Basilio.
Menos de un año después, su tío Tomás de Cardona (veneciano de origen, vecino de Sevilla e incluyente personaje en la corte española de Felipe III, contrajo nupcias con Beatriz de Mendoza) se asoció con Sancho de Merás y Francisco de la Paraya y obtuvieron que el monarca ibérico les otorgara la explotación de la antigua y fracasada encomienda de Sebastián Vizcaíno, consistente en la explotación de perlas en las costas de California, a la vez que se comprometieron a expandir la labor evangelizadora por aquella zona al nororiente de la Nueva España y, de paso, dedicar algún tiempo a buscar la perdida flota de galeones encabezada por el general Luis Fernández de Córdoba.
Su tío Tomás y sus dos socios le encomendaron aquellas tareas a Nicolás de Cardona. En su viaje al frente de tres naves de menor rango -entre ellas, su Almiranta- registró con textos y acuarelas cada uno de los puertos y accidentes geográficos más importantes que encontró en el Caribe, la costa mexico-centroamericana y californiana. Para desarrollar mejor sus planes, a fines de 1614 atracó en el puerto de Acapulco, donde entró en tierra para ayudar a sofocar una insurrección local y construyó tres fragatas (San Antonio, San Francisco y San Diego).
En 1615, con esas nuevas naves exploró la costa californiana hasta el grado 27 de latitud, donde él y sus hombres armados sostuvieron un fuerte combate con los indígenas y resultó heridos por dos flechazos. Aún así, continuó hacia el norte y llegó hasta los 34 grados de latitud y concluyó que California era “una de las tierras más ricas del mundo, porque en ella hay plata, oro, perlas, incienso, salinas”.
Arruinado porque sus explotaciones de conchas perlíferas no prosperaron, Nicolás de Cardona exploró también la costa de Florida, en busca de la mítica ciudad de El Dorado. Desengañado y con sus finanzas en bancarrota, retornó a España, de donde volvió a salir en mayo de 1618.
En 1619, Diego Fernández de Velasco, presidente de la Real Audiencia de Panamá, lo nombró capitán de infantería, con cuyo rango se enfrentó a doce naos holandesas y perdió dos fragatas y una lancha en la batalla.
En 1623, estuvo en La Habana, para ayudar a extraer la plata contenida en las bodegas de dos galeones hundidos por huracanes en el estrecho de la Florida.
Vuelto a España entre 1623 y 1624, se dedicó a trabajos administrativos en diversas localidades, tiempo en que también fungió como inspector de minas y otros servicios para su tío y el monarca de España y las Indias.
Además, dedicó “trabajo e industria” a la confección final de su detallado manuscrito Descripciones geográphicas e hydrográphicas de muchas tierras y mares del Norte y Sur en las Indias, en especial del descubrimiento del Reino de la California, consistente en 175 páginas de mapas a color, de 29 por 43 cm cada uno. El conjunto, concluido el 24 de junio de 1632, se lo dedicó a Gaspar de Guzmán, conde de Olivares. En la actualidad, es el manuscrito 2468 en la Colección de Mapas y Manuscritos de la Sala de Investigadores “Miguel de Cervantes”, en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid.
En cada una de sus tres partes, ese derrotero hecho por Nicolás de Cardona indica y describe los accidentes geográficos más destacados, las poblaciones españolas e indígenas (y, en cuanto a ellos, su grado de belicosidad), los sitios más óptimos para fondear, aprovisionar o reparar las naves, los tipos de alimentos y maderas disponibles los puntos más apropiados para hacer escalas, reparar y aprovisionar los barcos, destacando los alimentos y productos que se pueden obtener en cada lugar y otros detalles prácticos para facilitar la navegación desde Panamá hasta California por la Mar del Sur.
Como resultado de esas exploraciones por el océano Pacífico americano, se plasmó este hermoso mapa de Sonsonate, de 27.6 por 41.5 cm, dibujado y coloreado, sin escala ni meridiano conocidos, aunque sí con un norte señalado por una rosa de los vientos.
En este trabajo -integrado como folio 105 en la segunda parte de su derrotero-, Nicolás de Cardona dejó constancia de su propia fragata “del descubrimiento” de California (marcada con la letra A), de la desembocadura del río Grande de Sonsonate (B), de la Casa Real o de aduanas (C), de la villa de la Santísima Trinidad de Sonsonate (D, situada, según sus propias palabras, a dos leguas del punto de desembarco) y del pueblo de San Francisco (E), nombre español asignado al poblado pipil de Tacuzcalco. Aunque no figuran en el mapa hecho por de Cardona, para entonces en las cercanías también existían otros poblados, como San Miguel (Sonzacate), San Antonio (del Monte) y Santa Isabel (ahora barrio de Mexicanos, en Sonsonate).
Para toda esa área geográfica, situada a 40 leguas de la capital del Reino de Guatemala, de Cardona señaló que era abundante en cacao, miel y otros frutos de embarcación hacia Perú y otros puntos del dominio hispánico. Un detalle importante es que su autor no dejó registro de la existencia del surgidero de Acajutla, una de las zonas portuarias más importantes del Reino de Guatemala durante las tres centurias de presencia española en la región.
Inédito hasta 1970 –cuando comenzó a ser citado en diversos trabajos–, el derrotero de Nicolás de Cardona fue publicado completo hasta en 1989, en una edición conjunta de 179 páginas facsimilares de gran formato, hecha por Turner Libros (Madrid) y El Equilibrista (ciudad de México), la cual contó con un estudio preliminar de Pilar Hernández Aparicio.
En su discurso, el derrotero de Nicolás de Cardona buscaba narrar las distintas etapas de su viaje de industria perlífera, pero también describir lo observado en cada uno de los tramos de su itinerario marítimo. En este sentido, su énfasis estaba dedicado a mostrar la realidad geográfica, para así atestiguar la importancia de las riquezas naturales y la necesidad de que -sin mucha observación ni discusión por parte de funcionarios como el conde de Olivares- pudieran advertir la necesidad de financiar empresas como la suya y así continuar con las exploraciones y dominio de ultramar por parte de la corona española, a la vez que se registraban los parajes y entornos en los que se ejercía soberanía y que permanecían en constantes disputas con las demás potencias europeas de entonces en aquel mundo en permanente labor de descubrimiento, conquista y colonización entre los siglos XVI y XVIII.
En el Archivo Histórico Nacional (Madrid) se conserva una publicación impresa de dos hojas, titulada Relación de servicios prestados por D. Nicolás de Cardona, vecino de Sevilla, en Nueva España y otros lugares, en los años de 1610 a 1647, escrita por el funcionario español Juan Díez de la Calle, gracias a la cual es posible acceder a algunos detalles poco conocidos de la biografía de Nicolás de Cardona, hasta que se le pierde la pista en agosto de 1647.