Y sucedió lo que debía suceder alguna vez en Cuba, el pueblo se alzó y se lanzó a la calle sin importarle las avispas negras, la policía o los funcionarios encargados de la represión sin portar uniforme policial o militar, los colectivos defensores de la revolución, disfrazados de civil, para insinuar que era el pueblo en defensa de los logros revolucionarios, hombres y mujeres entrenados para ello. Y el domingo, ese domingo 11 de julio, que quedará para la historia cualesquiera sea el desenlace final de esta rebelión popular, legítima, espontánea y decidida.

Comenzó en Camaguey y después se diversificó por cualquier parte de la geografía, con nombres conocidos por todos los amantes de la cultura musical de Cuba, inmortalizados en sus versos e instrumentos, galerones y danzones, el cha, cha, cha y hasta en el mismo mambo que terminó interpretando el malagueño Antonio Banderas en el filme El rey del Mambo (1.989), lo que no puede hacer, por gitano, su compatriota Diego el Cigala, pero sí acompañar a Bebo Valdés al piano, con su Lágrimas Negras.

En fin, que no hay un hispanoamericano que no lleve a Cuba en sus genes biológicos o espirituales, ni un canario ni un gallego, no solo por su musicalidad telúrica y su mezcla excepcional de colores étnicos, sino por los versos de Martí que cantamos, recitamos y embanderamos, y por su viejo y el mar que Hemingway inmortalizó en Santiago, que al final somos todos nosotros.

Y en eso llegó Fidel y mandó a parar. Y cuando bajó de la Sierra todo el mundo lo aplaudió por su gesta libertaria. ¿Y cómo no hacerlo? Si fue una lucha desigual contra un típico dictador tropical perfumado y zalamero que terminó como todo dictador, oprimiendo a su pueblo y al servicio de una parcela, llámese clase, ideología o uniforme verde oliva. Desde Sartre hasta Carlos Fuentes, Octavio Paz y Vargas Llosa cantaron loas a la gesta por venir. Y no era para menos, si la oferta fue la libertad, los derechos humanos, el crecimiento de un pueblo todo participando en los bienes de la tierra y en la norma jurídica única e igual para todos. A fin de cuentas era Cuba, la auténtica perla del Caribe, la del ganado de raza, los gallos de peleas, el mojito, el ron Bacardí, Benny Moré, Compay Segundo, Celia Cruz, Pérez Prado, Elena Burke, la Orquesta Aragón, la Sonora Matancera, Delia Fiallo. Allí no podía pasar nada malo, sino lo mejor.

Y pasó, pasó todo lo malo. Recuerdo que mi madre cuando los estudiantes salieron a la calle, solicitando “un bolívar para Fidel” porque iba a liberar a Cuba del dictador, como los venezolanos lo habían hecho con el General Pérez Jiménez, y observar mi entusiasmo me dijo: “no le doy nada, ese Fidel es comunista, te vas a acordar de mí”. Aseveración que negué, por supuesto, respaldado con ese ímpetu que otorga la audacia juvenil, y agregó “llegó a La Habana quemando cosechas, ese es un método comunista”, y jamás cambió de opinión; yo mantuve la mía más tiempo, por impertinente ignorante.

El hecho es que, como Atila se convirtió en el azote de su propio pueblo, en un vulgar jerarca endiosado en sí mismo, sostenido por la fuerza de las armas y la intimidación, represor, desestabilizador y cómplice de múltiples asesinatos y delitos internacionales. Un peón de la extinta Unión Soviética que creó su propia Corte imperial y dinastía, que apartó a su pueblo del mundo, lo reprimió, sometió y engañó.

Hasta que la desesperación, y la ausencia de respuestas a las más elementales necesidades básicas provocaron la rebelión generalizada del pasado domingo que se enfrentaron sin miedo, porque no tenían nada ya que perder a las fuerzas paramilitares, los colectivos represores y armados, los funcionarios vestidos de civil que con saña incontrolable reprimieron, golpearon, detuvieron, desaparecieron hombres y mujeres, jóvenes y ancianos que salieron a la calle a gritar “libertad, libertad, patria y vida, abajo el comunismo, muera la dictadura”.

Y el mundo libre entero se lanzó a la calle, como si fuéramos todos cubanos, que lo somos; y a Cuba solo le espera la libertad, la democracia, a pesar de Díaz-Canel, de Maduro, Daniel, Fernández, Podemos y del jurásico comunicado del FMLN.