Ya no sorprende el febril empeño autoritario de Bukele, en su misma línea de destruir la institucionalidad democrática y encubrir los hechos de corrupción, improvisando toda suerte de cortinas mediáticas para desviar la atención de los temas fundamentales. Ante la inminente publicación de la “Lista Engel”, Bukele disparó 90 minutos antes una iniciativa de incremento al salario mínimo; acto seguido, su Fiscal arremetió vengativamente contra el partido Arena y “atrapando” al edificio sede, acompañado de un descomunal despliegue de policías que no tenía otro objetivo que el publicitario, mientras Bukele se relamía por convertir la estatua de d’Aubuisson en “tapaderas de tragante”, al estilo del falaz retiro del nombre del coronel Domingo Monterrosa de la 3’ Brigada, mientras nunca cumplió la entrega de los archivos militares de la “A a la Z”.

Esa grotesca escena es réplica de la telenovela de cuando Bukele decidió disolver la CICIES para impedir las investigaciones de corrupción que involucran directamente a sus funcionarios, para justificar no le importó el linchamiento mediático de su viejo aliado el alcalde capitalino. Este grotesco capítulo debiera servir para que otros aliados y socios que le mantienen el respaldo político y financiero pongan sus barbas en remojo.

Ese improvisado aumento al salario mínimo, aunque necesario para los pocos trabajadores (formales) que lo reciban, no está debidamente sustentado en estudios para hacerlo sostenible en el tiempo; el antojo descansa en el barril sin fondos de un nuevo fideicomiso cargado a Bandesal, sin precisar el origen del financiamiento, y para abandonar a su suerte un año después a las pequeñas y micro empresas colgadas en el contexto de un severo estancamiento económico.

Un incremento al salario mínimo, aislado y sin considerar la nivelación y ordenamiento salarial general, sin incluir medidas de protección al consumidor, dejará a la población trabajadora y a la clase media desprotegida ante el escandaloso aumento de precios de la canasta básica y ampliada desatado en el país. De acuerdo al Centro para la Defensa del Consumidor muchos de estos productos se incrementaron hasta en un 40%: el huevo, pollo, aceite, tomates, cebollas y demás vegetales de consumo, por ejemplo, sumados a los doce incrementos al combustible durante el año, energía eléctrica, gas propano y todos los materiales de construcción.

Esta crisis estructural que amenaza a mayores proporciones pospone la recuperación económica en momentos en los que más allá del esfuerzo por vacunar, la pandemia no cede; más bien se configura una tercera ola de contagios, en tanto el Minsal limita el acceso a información oficial sobre la evolución del flagelo. De acuerdo a connotados infectólogos solo en el último mes se han disparado los contagios de Covid19 por encima de los 240 casos diarios, afectando principalmente a los más jóvenes, para un total oficial de 81,644 casos confirmados y 2445 decesos al día once de julio.

Ningún economista serio da validez a la proyección de un 5 o 6% de crecimiento económico proyectado por BCR para este 2021, sobre todo conociendo la media del 2,4% de los últimos años. De acuerdo a organismos internacionales después de caer estrepitosamente en 7.9% podríamos recuperar no más del 4.2% indicado por el FMI, la CEPAL señala 3.5%, mientras que el BM indica el 4.1%. La única buena noticia es el incremento de las remesas debido a la recuperación económica de EEUU y por el lamentable incremento de nuestra migración. Mientras, aún no se recupera el desempleo de la cuarentena, (27,000 hasta marzo), con una mora patronal de 80 millones con el ISSS. Por lo tanto, Bukele no sabe explicar cuáles son los motores que impulsarán el supuesto crecimiento ante una reducción del 45% de la inversión pública, una caída del 19% en las compras del Estado, ausencia de nueva inversión privada, altos costos y caída de la producción, alto endeudamiento público, incertidumbre por el rumbo económico del país, creciente corrupción y polarización política y lamentable aislamiento internacional.

Como hemos visto a lo largo de nuestra América debe trascenderse las barreras ideológicas y políticas ante la campanada del mejor despertador de los pueblos: el estómago, despierto por semejante crisis social y estancamiento económico. Es ineludible la responsabilidad de establecer un frente común para salvar la nación de una crisis multiplicada por la incapacidad, voracidad y corrupción de un régimen dictatorial.