El delirio de algunos humanos endiosados en su febril afán de crear vida es ingeniosamente recogido en la obra de la extraordinaria Mary Shelley, escritora británica de novela gótica. La delirante teoría del “Galvanismo” de Luigi Galvani y los trabajos de investigación sobre la electricidad, del también italiano Alessandro Volta, contribuyeron a crear un halo de tétrico misterio sobre los efectos de la bioelectricidad y las posibilidades de crear o reanimar vida después de la muerte mediante la aplicación de descargas eléctricas sobre cuerpos inertes. Así nació Frankenstein (1817).

Ya sea por endiosada megalomanía o por la voracidad de su grupo económico, Bukele y su “experimento galvánico” del bitcóin y la minería destilan su terca necedad, simulando saber más que todos los premios Nobel de economía, los organismos financieros internacionales, tanques de pensamiento económico, académicos y la banca junta, que al igual que el BID aseguran que el bitcóin no resucitará la economía salvadoreña, por más descargas eléctricas que saquen de la geotermia volcánica para minar. Al final, el bitcóin termina siendo insuficiente para atraer turistas e inversiones ante una economía con severas carencias de infraestructura y servicios, precaria seguridad pública, vulnerabilidad e inestabilidad política.

Abunda la información internacional sobre fraudes y desfalcos financieros sobre el bitcóin y otras criptomonedas. La plataforma sudafricana de intercambio de monedas Criptobolsa Africrypt de Ciudad de Cabo informó a sus usuarios haber sido hackeados, desapareciendo $3600 millones de dólares en bitcóin; las investigaciones apuntan a que dichos fondos fueron transferidos desde las “wallet” y cuentas sudafricanas pasando por “tumblers” y mezcladores de la “dark web”, imposibilitando su rastreo. Los responsables de la plataforma, al final, abandonaron aquel país.

La policía británica también informa sobre la incautación de 114 millones de libras, equivalentes a $132 millones de euros en bitcóin, en una operación contra el lavado de dinero y activos dirigida por Scotland Yard. Solo en el último año se han incrementado en un 25% los delitos de hackeo fuera del control de la intermediación bancaria, sumando $432 millones de dólares de acuerdo con un informe de Cipher Trace. En este contexto resulta extraña la abrupta imposición del Bitcoin como moneda de curso legal, desoyendo todas las opiniones adversas que incluyen a la población. La sola discusión es una cortina avasalladora que encubre los temas reales del descalabro económico nacional dejando muchísimas interrogantes sobre las verdaderas intenciones y premura.

¿Será qué hay un riesgo inminente de derrumbe del esquema de dolarización como efecto del inapropiado manejo de la economía, y a la imposibilidad de pagar deuda externa situada en el 100% del PIB ?; ¿Será que Bukele construye un escenario financiero alternativo ante el creciente deterioro de sus relaciones con EEUU ?; ¿Es una sencilla, llana y vulgar aspiradora de dólares que disputa su alineación empresarial para arrebatar y apropiarse de las ganancias (comisión del 5%) sobre más de $6000 millones de dólares en transferencias de remesas?; ¿O están creando todo un piso subterráneo para ofrecer la mayor red de lavado de capitales con el respaldo del único gobierno que reconoce al bitcóin?

Para ellos es propicia la ausencia de una ley que proteja y regule el acceso a información personal y manejo de datos, un grave vacío ante la inminente amenaza de ciberdelitos con usurpación de identidad y datos biométricos con el avieso fin de crear perfiles falsos para cometer delitos y defraudaciones; además existe el riesgo del uso de facultades gubernamentales extralimitadas mediante el abuso de la aplicación “Chivo” para el control poblacional accediendo a archivos personales, imágenes, contactos, cámara, geolocalización y conversaciones con otros fines como del manejo clientelar de los programas sociales. El calculado acertijo de Bukele de “aceptar pero no recibir el bitcóin”, más el bocado envenenado de los $30 dólares, serán la trampa sin salida para obligar al uso de esta criptomoneda. La falta de transparencia del oscuro proceso y criterios de selección de la empresa que manejará “el negocio” y la presunta relación de la argolla de gobierno con esa empresa terminan apuntando a que Fincepro e Incepro fueron cosa de niños comparado con “la medicina amarga” que está por venir ante el desastre y el costo millonario que terminará pagando la población.