Complejas razones históricas, políticas y sociales llevaron a una parte de la región Centroamericana (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua) a cruentas dictaduras que llenaron de luto y subdesarrollo, bajo el beneplácito de varias administraciones norteamericanas. En tres naciones estos procesos desembocaron en creciente agitación social y guerras de liberación nacional, llevando a una revolución triunfante (Nicaragua 1979) y dos procesos de solución negociada (El Salvador 1992 y Guatemala 1996). Honduras fue la excepción, distintos movimientos revolucionarios no maduraron siendo prematuramente aplastados bajo una feroz represión.

Dos partidos políticos de Honduras son los más antiguos de la región: el Partido Liberal (PLH), fundado en febrero de 1881, y el Partido Nacional (PNH) que naciera en febrero de 1902. Estos institutos políticos se alternaron de manera irregular el gobierno bajo el impacto de frecuentes golpes de Estado, aunque surgieron otros pequeños partidos que nunca prosperaron. En este contexto, las Fuerzas Armadas que hasta los años setenta lucían reformistas, progresistas e impulsoras de transformaciones, conforme se complicó el conflicto este-oeste, se formaron, deformaron y transformaron en un rol anticomunista, a tono con la Guerra Fría, en férrea defensa de la oligarquía agroexportadora y ultraconservadora, articulados a un programa de cooperación con el resto de ejércitos represivos del área.

Los procesos de diálogo y negociación de Esquipulas I y II (1986 y 1987) contribuyeron a solucionar los conflictos internos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, estableciendo una agenda que arrastró a medidas cosméticas en Honduras y que a finales de los noventa llevó a su aparato castrense a implementar reformas políticas e institucionales: eliminaron el reclutamiento militar obligatorio, separaron la seguridad pública de las Fuerzas Armadas, redujeron gastos militares, desmilitarizaron buena parte del Estado y nombraron civiles para conducir el Ministerio de la Defensa; mejorando con ello la imagen interna y externa del país.

Este rostro moderado se derrumbó estrepitosamente el 28 de junio de 2009, cuando un golpe de Estado cívico-militar puso fin al gobierno legítimo de Manuel Zelaya, electo en 2006 bajo la bandera del Partido Liberal. El PL terminó fraccionándose, surgiendo el “Frente Nacional contra la Deposición Presidencial”, encabezado por Xiomara Castro, y que se convirtiera posteriormente en el “Frente Nacional de Resistencia Popular”; desde marzo de 2012 el movimiento se constituyó en el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), postulando a su lideresa como candidata presidencial en 2013 y quien alcanzara, en una elección muy cuestionada, la segunda posición del favor de los electores con un 28% de los votos, desbancando al tradicional Partido Liberal al tercer puesto (20%). El Partido Nacional fue proclamado ganador con el 36% de los votos válidos.

Cuatro años después (2017) Xiomara Castro es nuevamente candidata por la “Alianza de Oposición Contra la Dictadura” que finalmente terminó encabezando Salvador Nasralla, quien se situó en segundo lugar con el 41,42% de los votos frente al Partido Nacional con el 42,95%. Esta elección estuvo plagada de irregularidades -otra vez- como la inconstitucionalidad por la reelección de Juan Orlando Hernández para un tercer periodo y fuertes denuncias de fraude electoral. Este proceso electoral llevó a una creciente lucha social que concluyó con importantes reformas: una nueva ley electoral y la separación de funciones del TSE (enero 2019).

Pese a la criminalización gubernamental de las protestas pacíficas, un Código Penal que castiga con cárcel las protestas sociales, un clima de odio, polarización y miedo, y manipulación de encuestas a favor del partido oficial, después de tres intentos, Xiomara Castro es la primera mujer presidenta en la historia de Honduras con el 51% de votos y 15% de ventaja. La amplia alianza de sectores de izquierda, progresistas y conservadores, en la que su partido (LIBRE) con distintas corrientes en su seno se define como Socialista Democrático, deberá enfrentar muchos retos en un país considerado el segundo más pobre de América después de Haití, cargando no solo decenios de conservadurismo y dependencia, sino graves desastres naturales (Eta/Iota), violencia de pandillas, Covid19, corrupción, narcotráfico, crisis socio económica, desempleo y alta migración.

Son audaces algunas medidas anunciadas para el inicio de su gestión: instalación de una Comisión contra la impunidad de la mano con ONU, una Constituyente, un nuevo Código Penal, derogar la ley de Zonas Especiales (ZEDE), reducir altos salarios gubernamentales, crear una Secretaría de Planeación Económica y Desarrollo social, abrir relaciones con China y despenalizar el aborto. La historia de Honduras se sigue escribiendo.