A través de la historia los grupos dominantes han encontrado diferentes mecanismos para imponer sus ideas y reprimir a quienes consideran opositores, es así como la Inquisición fue la maquinaria de represión contra las ideas divergentes al poder eclesial desde el medioevo en el sur de Francia hasta extenderse en distintas regiones de Europa con los mismos propósitos: reprimir y eliminar a los contrarios.

La Inquisición llegaría a España por el Reino de Aragón en 1478 y sería la variante de la Inquisición Romana denominada “Congregación del Santo Oficio” -durante el papado de Paulo lll, 1542- la que se caracterizó por la agudeza de atacar hasta desmantelar a todas las organizaciones y corrientes de pensamiento señaladas por socavar la “integridad de la fe”.

Además de castigar o eliminar físicamente a toda persona sospechosa de heterodoxia, la Inquisición también se ocupó de destruir los libros o cualquier texto considerado ofensivo a la ortodoxia imperante; de esta manera fueron torturados, linchados, quemados en la hoguera, confinados a largos periodos o desterrados prominentes figuras como el Cardenal inglés Reginald Pole, el filósofo Giordano Bruno o el mismo Galileo Galilei. Tras la conquista de España en los territorios americanos esta oprobiosa práctica llegaría azuzada por el primer inquisidor de Castilla y Aragón el dominico Tomás de Torquemada a través de los tribunales de México, Lima, y el de Cartagena de Indias.

Durante el siglo XX otras corrientes represivas como el fascismo surgieron en Europa después de la Primera Guerra Mundial, en respuesta a la Revolución Bolchevique de 1917. Italia (1919) es la precursora de esta corriente de pensamiento antepuesta como una tercera vía ante el avance del comunismo soviético y en oposición al capitalismo imperante; así arribó al poder Benito Mussolini en 1922, referente para Adolf Hitler y quién ganaría de manera abrumadora las elecciones con su Partido Nazi (1933) para autoproclamarse poco tiempo después “Führer” de Alemania. Ambos en su momento fueron ampliamente apoyados por “el pueblo” y fueron los precursores de la Segunda Guerra Mundial y de una cruel persecución de sus adversarios políticos. Coincidentemente ambos perecieron en circunstancias dramáticas con apenas dos días de diferencia, 28 y 30 de abril de 1945, el mismo año de la caída del fascismo.

Algunas características que identificaron la personalidad y proyectos de estos dos fascistas son: i) exacerbado nacionalismo con un torcido enfoque de la historia que terminó confrontándolos y aislándolos del mundo; ii)la ambigüedad como tercera vía de centro, supuestamente diferente del comunismo y el capitalismo; iii)el culto a la personalidad de un mesías carismático, una voz única que debe ser escuchada y seguida, poniendo toda la estrategia gubernamental de comunicación en función del líder; iv)el autoritarismo mediante la imposición de un partido único que acosa y persigue toda forma de oposición ciudadana o partidaria; v) entorno que debe someterse sin discusión al pensamiento del líder; vi) fomento del rol del ejército, los símbolos de autoridad, el control de seguridad policial; y vii) sometimiento y control absoluto del “líder” sobre los poderes del Estado.

A diferencia de la Inquisición y el fascismo, en este siglo, en distintos países y en nuestra “nueva” nación surgen nuevos autoritarismos caracterizados por la agresividad, violencia, represión y falsas soluciones, pero también, y, nuevamente cuidadosamente envueltos en la simpatía de carismáticos liderazgos de tercera vía, capaces de generar la ilusión de soluciones mágicas sacadas del inagotable sombrero mediático de las redes; un artificio populista que crece a la sombra de profundas necesidades insatisfechas de multitudes frustradas y desesperadas por encontrar soluciones inmediatas a una situación de crisis cíclica y endémica que cada vez genera más pobreza y que ahora pareciera ser también una moneda de cambio ante los Estados Unidos: o me ayudas aun cuando no sea de tu agrado o te mando este montón de gente para arriba.

La cruda realidad terminará imponiéndose y rompiendo la burbuja de falsas promesas ante la falta de soluciones a necesidades insatisfechas; por lo tanto, la demanda principal de este periodo es articular la mayor y más amplia oposición a este régimen autoritario y populista -con claros rasgos fascistas- así como desplegar las formas de lucha más creativas que correspondan con las circunstancias. La represión selectiva ya está instalada, la represión general se aproxima.