¡Y vaya que se la dio!, no solo le dio una patada a la mesa, sino que le prendió fuego para disfrutar del espectáculo; tal como uno se imagina lo hizo Nerón cuando incendió Roma y le echó la culpa a los cristianos.

Seguí la sesión virtual del Consejo Permanente de la OEA del pasado 23 de junio, cuya agenda pautaba la presentación del informe de la Comisionada de los Derechos Humanos de la OEA sobre la situación de Nicaragua. Tenía la palabra el Embajador de ese país, Luis Alvarado, quien luego de una aburrida enumeración de intromisiones estadounidense en el continente y de “algunos países de Europa” que no llegó a nombrar, se centró en atacar directamente a los presidentes Uruguay, Costa Rica y Canadá donde, según él, se violaban los derechos humanos; lo que ameritó una interrupción de la moderadora del Plenario para recordarle que debía atenerse al orden del día y no apartarse de la agenda: la violación de derechos humanos en Nicaragua.

Germán Novelli es un periodista venezolano muy relacionado con la Nicaragua de los agitados años ochenta, pues allí cursó estudios de teología en la Iglesia Bautista (hoy ejerce su ministerio como pastor luterano, en la ciudad de Milwaukee), me pregunta si puedo hacer una relación entre entorno internacional y la postura de la OEA de 1979, a la actual realidad. En aquel entonces Novelli fue señalado por el gobierno sandinista de espía, por lo que fue apresado finalmente en Matagalpa por agentes de seguridad nacional al mando de Lenin Cerna. Solo con la decidida intervención del embajador venezolano Yépez Boscan y sus funcionarios, se logró su liberación y su obligada salida inmediata del país.

Años después nos encontramos en Managua en pleno ejercicio de su oficio donde logró entrevistar a Francisco Urcuyo Maliaños, quien en su carácter de Vicepresidente de Anastasio Somoza asumió, por un día, la presidencia, cuando el dictador huyó del país, rompiendo el pacto logrado entre los actores antisomocistas para constituirse en Managua la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Esta arbitrariedad de Urcuyo, de negarse entregar el poder, hizo que los sandinistas ordenaran a su avanzada armada entrar a la capital y, cuando llegó la Junta, el FSLN ya estaba instalado en la ciudad. Quizá este gesto cambiaría la historia del país.

Esta apretada síntesis nos conduce al entorno internacional, regional que llevó a un total respaldo a la propuesta de salir de la larga dinastía de los Somoza que, desde el año 1936 hasta 1979 se había adueñado del país en beneficio propio y de su entorno. Desde Jimmy Carter, hasta Carlos Andrés Pérez, desde España a Suecia cerraron fila en respaldar al frente armado (FSLN) y al político en el exilio en esta misión.

Pero los setentas envolvían a la humanidad en un ambiente de rechazo a dictaduras militares como la de Argentina, Chile, Uruguay, El Salvador, Perú, Ecuador, Bolivia, Brasil; imperaba en la región la Doctrina de la Seguridad Nacional, en tanto que los precios de las materias primas descendían y la Unión Soviética daba signos de desgaste.

Hoy es diferente, no existe la Unión Soviética, pero Rusia, China, Turquía e Irán salieron de sus espacios y se trasladaron a América donde no hay dictaduras militares, pero sí existió el Socialismo del Siglo XXI con sus miles de millones de dólares en circulación, mientras que las democracias formales comenzaban a resquebrajarse ante la ausencia de respuestas concretas a la generalidad de la población, que comenzó a desplazarse hacia un populismo autoritario amoral, dispuesto a cogobernar con el crimen organizado internacional, sin los contenidos ideológicos anteriores, aunque pudieran estar presentes.

El peligro inminente de la región es su balcanización o libanización, con los pactos militares apurados pero esperados con Rusia, China e Irán firmados por Nicaragua, Venezuela, Bolivia, y quizá ahora por Perú, que apuntan a posesionarse de una geografía hasta ahora bajo la influencia de Occidente y de los Estados Unidos, lo que podría conducir a una inmensa zona de guerra aparentemente anarquizada, provocada por quienes aún sueñan en espacios de dominio geopolíticos.