Dudas, desconfianzas, alivios y consultas con el mayor Roberto d’Aubuisson fueron algunas de las vivencias del entonces presidente Alfredo Cristiani durante las negociaciones con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Cristiani aún conserva la pluma con la cual firmó el Acuerdo de Paz firmado en Chapultepec, México, que terminó con un conflicto armado, para él, generado por falta de espacios políticos. Cree que será difícil llegar a un segundo acuerdo, pero prevé que para los partidos políticos será más difícil estarse echando la culpa o que alguien quiera sacar ventaja del proceso de diálogo.

 

¿Cómo decidió, en junio de 1989, en el discurso de toma de posesión, invitar al FMLN a negociar? El anuncio impactó, venía de un partido de derecha.

Un conflicto interno como el nuestro es casi imposible concluirlo con un desenlace de paz a través de la vía militar, tiene que haber un acuerdo. Cuando empieza a distensionarse la guerra fría, cambia la actitud, se siente un poco más de ‘Bueno hay que ver cómo ayudamos a terminar el conflicto’. Había que generar un proceso y eso es lo que se ofrece el primero de junio. El ingeniero (José Napoleón) Duarte había hecho esfuerzos previos, pero no tenía como un orden, sino era que de repente: ‘Reunámonos y veamos si en un día resolvemos esto’, cosa que no era del todo viable. Era necesario un proceso de empezar y continuar. Tanto internamente como externamente las condiciones empiezan a cambiar. No veo por qué decir que la derecha no pueda negociar salidas al conflicto, más que un símbolo ideológico, lo que estaba de por medio era un conflicto generado por la falta de espacios políticos y la negación de esos espacios a través de medidas represivas durante periodos anteriores. No era difícil de entender que lo que había que generar era espacios políticos para que todas las corrientes que desearan participar en el siguiente proceso democrático lo pudieren hacer sin temor a represión, sin temor a nada.

 

¿No hubo resistencia, que reclamaran por qué se negociaba con la guerrilla?

No quiero decir que no había algunas voces que se pudieran oponer, pero el partido ARENA y su liderazgo en aquel entonces lejos de oponerse estaba a favor de buscar una solución que permitiera que los grupos políticos armados pudiesen participar como partidos desarmados en la búsqueda de poder político. El mayor (Roberto) d’Aubuisson había presentado propuestas de ley de amnistía para el FMLN con la finalidad de que se convirtiera en partido político. El FMLN nunca lo quiso hacer en ese momento.

 

¿Cuál fue el momento más difícil de la negociación?

La ofensiva, sin lugar a dudas. De alguna manera, el FMLN traiciona las intenciones de buscar la solución negociada y lanza esa ofensiva, que no tenía otro fin que lograr el poder político a través de las armas, aunque el FMLN dice que solo lo hizo para presionarnos a que negociáramos en serio. (Si eso hubiera sido), el objetivo no hubiese sido asesinar a los tres presidentes de los tres órganos. Era para derrocar al Gobierno y tomar el poder por la vía armada. De hecho, ellos estaban pensando en la insurrección popular, pero aquí no hubo tal insurrección.

 

¿Por qué el Gobierno no se levantó?

Nos pasó por la mente y hubieron discusiones y análisis en torno a esto. Pero el hecho de que no hayan tenido éxito, el hecho de que la guerra fría acabándose, que ya no había más apoyo para el conflicto, creo que, lejos de visualizar y decir ‘Como me traicionaste, ya no hago esto’. No se trataba de que si el presidente o el Gobierno se sentía bien o mal, seguía siendo un problema para la población y era lo principal que había que resolver. Ante el hecho de que, después de esa experiencia, a lo mejor era más viable encontrar la salida, pues, yo creo que había que aprovechar y continuar. Si yo me sentía ofendido, pero la población lo que quería era acabar el conflicto y uno está ahí para trabajar para la población, no para decir ‘Yo me siento ofendido, así que ya no sigo’.

 

¿Dudó?

Claro. Las reacciones humanas son naturales. Pero cuando uno se sienta, se pone a meditar, a pensarlo bien, lo que privó es que los salvadoreños siguen queriendo que esto termine y para eso nos han electo.

¿Hubo personas que le influyeran?

La comisión de Gobierno que estaba negociando, había un trabajo en la parte política del partido.

 

¿Personas dentro del partido?

Sí, el mayor (Roberto d’Aubuisson).

 

¿Estuvo de acuerdo?

Claro. Él participó. Estuvo de acuerdo en continuar.

 

¿Había resistencia en la Fuerza Armada?

Debe de haber habido algún oficial que no estuviera de acuerdo pero al llamar al alto mando, uno de ellos era parte de la comisión, todos estuvieron anuentes a continuar.

 

¿Cómo vivió usted el acuerdo de Nueva York, del 31 de diciembre de 1991, en el cual se acordó el fin del conflicto? ¿Qué sintió en ese momento?

En el fondo, un alivio, decir: Al fin terminamos estas discusiones y todas estas cuestiones. Sin embargo, sabíamos que venía otro tema difícil, el cumplimiento de todos los acuerdos. Pero sí era un alivio pensar que ya los salvadoreños ya no iban a estar sometidos a enfrentamientos armados, a bombas, iban a poder vivir con mayor tranquilidad. Eso obviamente daba mucho ánimo.

 

Uno de los temas difíciles fue el desarme de ambas fuerzas por la desconfianza. ¿Cómo se vivió ese temor?

Naciones Unidas por experiencias anteriores tenía conocimiento de cómo se dan, que se retraen las fuerzas. Era difícil porque al principio el FMLN quería 64 lugares para concentrarse. Era ridículo, como que querían hacer algo estratégico para estar listos. Finalmente terminaron en 16.

 

¿Había mucha desconfianza?

Sí, era lógico que había desconfianza, no se puede negar. No es tan fácil que de la noche a la mañana confiar en que no les iba a pasar nada. Por eso se hizo generar dos entes verificadores, uno externo y uno interno, Onusal y Copaz. Es normal cuando hay enfrentamiento cruento. Lo mismo era la desconfianza que se tenía de ellos.



La gente se queja de que no vive en paz y no tienen qué celebrar. ¿Se le hace juicio justo a los acuerdos de paz?

Celebrar en un país que tiene los problemas que tiene El Salvador, de inseguridad, violencia delincuencial, problemas económicos, no llama a mucha celebración. El término es conmemorar, recordar lo que se hizo en aquel momento, con el fin de tratar de ver cómo ese grave problema se pudo resolver a través de mecanismos democráticos y las actitudes se volcaron en favor de solucionarle algo a la población entera, ojalá que pueda generarse esa misma actitud en todos los actores, no solo políticos, la sociedad, de que todos empujemos la carreta hacia encontrarle la solución a los problemas que aquejan a todos los salvadoreños. Pero no unos culpando a otros y diciendo ‘Yo no hago nada porque no me toca’. A todos nos toca poner de nuestra parte por encontrar esas soluciones y ser partícipes de la solución y no ser parte del problema (...) No es que aquellos acuerdos iban a solucionar todos los problemas que vinieran de aquí en adelante, van a seguir viniendo. No se puede decir que se tenía la bola de cristal para saber cuáles iban a ser los problemas. Es una cuestión de: Si se solucionó ese problema de una manera racional por herramientas democráticas, tratemos de encontrar ahora esa misma actitud y encontremos soluciones a los problemas actuales. Eso debiera de ser la forma de analizar esta conmemoración.



¿Se cumplieron las reformas constitucionales en torno a la reforma de las instituciones como elección de funcionarios?

Las que están plasmadas en los acuerdos sí se cumplieron. Parte del problema es que se pensó que hasta ahí llegaba el esfuerzo por profundizar nuestro proceso democrático cuando en realidad era el punto de partido. Era el momento de seguir mejorando toda la institucionalidad democrática, esa ha sido una deuda. Al ver el espíritu de los acuerdos era tener una Corte independiente pero al Gobierno actual no le gusta. En el caso del Tribunal Supremo Electoral, el espíritu era que nunca más se den fraudes, sin embargo, la parte jurisdiccional deja mucho que desear, no hacen más que defender cada quien a su propio partido. El haber caído en temas que la Corte está tratando de corregir, que los funcionarios que elijan de segundo grado sean personas independientes. Siento que la deuda está en que no se siguió trabajando en seguir perfeccionando, se apostó a que iba a trabajar bien, de alguna manera trabajan mejor que antes, pero hay necesidad de seguir puliendo.



¿De quiénes es la deuda?

De todos, de todos. Si la población entera hace el ojo pacho en términos de instituciones y no dice nada. Hasta hace poco se empieza a ver el reclamo de la gente, pero la gente aquí ha pasado como que no le importaba, lógicamente los partidos políticos, pero no solo los partidos, sino que todos. Gracias a Dios está surgiendo esfuerzo de la sociedad civil tratando de que se corrijan estos temas, forza a la parte actora cuando sienten la presión civil.



¿La guerra se terminó desmontando un sistema autoritario que no beneficiaba a la gente por un sistema partidocrático que tampoco beneficia tanto a la gente?

No. Yo pienso que el sistema de gobierno plasmado en la Constitución es de los mejores sistemas que hay en el mundo, que es como funcionan las democracias bien establecidas. Con todo que no es perfecta, son los que mejor han trabajado hasta el momento. Cuando uno dice: no ha trabajado el sistema de partidos, lo que no ha trabajado son los partidos, no el sistema. Creo que ha habido poco interés, nuestra sociedad es bastante joven, en involucrarse en el sistema de partidos, de hecho, hubo un acomodamiento después de los acuerdos de paz, decir: ‘Bueno, hoy ya la cosa ya está bien, cada quien empezar a gozar, trabajar’, y se fueron empezando a dar problemas y nadie le prestaba mucha atención. Yo no creo que el sistema no ha funcionado y ha fracasado. El sistema funciona desde la perspectiva de que si a mí no me gusta el actual Gobierno yo tengo oportunidad de cambiarlo.



¿Están asumiendo las generaciones su rol de moldear el país que quieren?

Así ha venido siendo. Ya está cambiando, hay mucha más actividad de la sociedad civil de moldear el país que quieren, nacen agrupaciones que quieren corregir un tema, el otro tema, están más listos a denunciar lo que no es correcto. En la década de los noventas, quizás fue la euforia del fin del conflicto, cada quien se fue a hacer lo suyo y hasta ahí. Está cambiando, ojalá que cambie más, que haya más participación de la sociedad civil en generar la presión.