Hace meses que venía sucediendo. La gente llegaba al Aeropuerto El Dorado de Bogotá y en la sala de espera de los vuelos hacia San Salvador sorpresivamente había 12, 15, 20 pasajeros africanos, pasaportes verdes de Mauritania, Senegal, Chad, Niger y de otros países que solo hemos visto en los libros de Geografía. Silenciosos, desaliñados, nerviosos. Los pobres africanos eran claramente migrantes que buscaban llegar a Centroamérica para seguir hacia Estados Unidos.

No me lo contaron. Lo vi un par de veces en vuelos desde Bogotá a San Salvador. Pero al llegar a San Salvador, se les veía abarrotar las salas de espera para la conexión San Salvador-Managua, la última escala "legal" de su viaje. Y ahí sí me lo contaron.

Una pasajera que viajó la semana pasada de San Salvador a Managua me contó que un avión de casi 150 pasajeros, cerca de 120 eran africanos, el resto eran centroamericanos. Los africanos hablaban una lengua que no pudo entender la pasajera que habla inglés, francés, portugués y español. Ahí se bajaron del avión, fueron atendidos con rapidez por la migración nicaragüense y salieron del Aeropuerto Sandino de Managua a pie.

Nicaragua no les exige visa, solo una tarjeta de turismo. La dictadura de Daniel Ortega-Rosario Murillo permite esto en lo que parece ser una estrategia asquerosa de traficar personas hacia Estados Unidos para desestabilizar políticamente a la administración estadounidense que ha sancionado al régimen de Managua por sus violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

Los africanos cruzan a pie la autopista frente al aeropuerto de Managua y en una gasolinera cercana negocian con taxistas bien entrenados en el negocio, cómo llegar a la frontera con Honduras donde empieza su calvario de migrantes irregulares.

La televisión francesa presentaba hace unos días un documental de cómo ha aumentado el número de senegaleses que han hecho la larga, costosa y peligrosa travesía solo para ser capturados en la frontera sur de los Estados Unidos y deportados de nuevo a su lejano país en África.

En Honduras es otra historia. Ahí el gobierno de Xiomara Castro le da un salvoconducto para cruzar el país y más de de 400 mil migrantes de diversos países lo han hecho este año. Es la tragedia y el drama de nunca acabar. Luego seguirán por Guatemala y México, con todos los peligros que ambos países entrañan.

Triste. Muy triste.

Evidentemente, la escala en San Salvador dejará de existir. El gobierno salvadoreño ha impuesto una tasa aeroportuario de $1,000 a los ciudadanos de 56 países africanos y de la India, con el claro propósito de contribuir a detener este flujo de migrantes. Es una tasa tan elevada que solo un jeque árabe podría pagarla.

Dejaremos de ver a los pobres africanos en los vuelos hacia San Salvador, pero hallarán otras rutas con la ayuda de la dictadura de Managua. Y su drama continuará. Triste, muy triste migrar y más en esas condiciones.