Desde Los Ángeles 1984 en adelante, en cada uno de los Juegos Olímpicos en que participó El Salvador, siempre estuvo presente el atletismo. Sin embargo, en la edición de París 2024 no habrá ningún deportista de esa disciplina.

Eso no había ocurrido desde Munich 1972, cuando fueron cuatro tiradores, siete nadadores y ningún atleta. Claro, también hay que tener en cuenta que El Salvador empezó a participar en México 1968 (10 representantes de atletismo) y que no asistió a Montreal 1976 por falta de presupuesto y a Moscú 1980 por adherirse al boicot.

Rechazo a la plaza por universalidad
Como explicó el Comité Olímpico de El Salvador en su comunicado, se debe a una decisión de la Federación Salvadoreña de Atletismo, que determinó "por criterios propios no utilizar la plaza asignada mediante el criterio de universalidad otorgado por World Athletics".

Para entenderlo mejor... A diferencia de los Mundiales, donde más del 80% de los países acaban viéndolo por televisión por no haber clasificado, en los Juegos Olímpicos la dinámica es diferente. La idea es que cada país, por más pequeño o débil que sea, tenga sus representantes.

Por esa razón, incluso aquellos países que deportivamente no logran clasificar a ni siquiera a uno de los suyos, existen las plazas de universalidades. El propio Comité Olímpico Internacional (COI) lo explica muy bien: “Las Cuotas de Universalidad son una vía de recurso para deportistas de Comités Olímpicos Nacionales con poca representación. Están diseñadas para incrementar la diversidad de naciones participantes en el programa deportivo de los Juegos Olímpicos”.

En casi todos los casos, esas cuotas son otorgadas básicamente en dos deportes: natación y atletismo. Se recurre a esas cuotas cuando ninguno de los representantes de ese país ha logrado la marca A para clasificar directamente.

Durante mucho tiempo, El Salvador tenía dos plazas aseguradas en esas dos disciplinas y naturalmente las utilizaba. Para Tokio 2020, en cambio, solo se le otorgó una en atletismo y dos en natación. En aquella ocasión la usaron el atleta José Mijangos y los nadadores Celina Márquez y Marcelo Acosta. Para París era exactamente lo mismo, solo que esta vez la Federación Salvadoreña de Atletismo decidió poner ciertos criterios técnicos, y nadie los cumplió. ¿Cuál era el criterio? Igualar o batir el récord nacional.

¿Cómo se eligen los atletas que ocuparán las plazas de universalidad?
Cada deporte tiene sus criterios. En el caso de natación, va el nadador y la nadadora que tengan más puntos FINA. Se trata de un sistema de puntuación creado por la Federación Internacional de Natación (FINA, ahora llamada World Aquatics) que permite comparar resultados entre diferentes pruebas, asignando mayor número de puntos a los mejores resultados o más y menor puntuación a los resultados menos óptimos.

En el caso de atletismo, si nadie lograba la marca, normalmente asistía a los Olímpicos quien más se había acercado a ella. Sin embargo, para esta edición de París 2024 la cuota de universalidad se redujo solo para atletas que compiten en 100 metros, 800 metros o maratón. Eso explica por qué no puede aplicar el caso de Pablo Ibáñez, que compite en los 400 metros vallas y que el año pasado ganó la medalla de oro en los Centroamericanos y del Caribe.

Ibáñez solo podía lograr la clasificación haciendo la marca (Entry Standard), y de hecho la hizo: el tiempo era 48.70 y él corrió los 400 metros vallas en 48.56. Sin embargo, el tiempo lo hizo en mayo de 2023, cuando todavía no se había abierto la ventana de clasificación. Su oro en San Salvador 2023, ya con la ventana abierta para París 2024, lo hizo en 49.34.

Papelones y polémicas
Igualmente, elegir qué deportistas ocupan las plazas de universalidad varias veces ha generado problemas. Y bastan dos ejemplos significativos. Para Sydney 2000, Guinea Ecuatorial envió a los Juegos a Eric Moussambani, un nadador que nunca había nadado en una piscina olímpica y al que se le considera “el nadador más lento de la historia”, nadaba sin estilo, no sabía hacer el giro. Simplemente se ganó el derecho “porque nadie más se presentó a las pruebas de selección”. Un auténtico papelón, que fue tomado como hecho curioso por la simpatía que generó Moussambani, hoy convertido en leyenda.

En El Salvador también hubo controversias a la hora de elegir quién hacía uso de las cuotas de universalidad. Para Atenas 2004, la Federación de Atletismo de aquella época escogió a Elizabeth Zaragoza, especialista en los 5,000 metros, quien ni siquiera vivía en el país, sin darse cuenta de que estaba embarazada. No pudo completar todo el recorrido y abandonó.

Ejemplos como estos a veces ponen a pensar a los dirigentes deportivos y el debate pasa por decidir qué es lo más conveniente. ¿Llevar a un atleta a los Juegos Olímpicos con un tiempo no tan bueno con el riesgo a quedar último o dejarlo en casa porque no cumplió los mínimos criterios establecidos? Esa es la cuestión.