En las últimas semanas los episodios de suicidios y asesinatos de bebés han conmocionado a la sociedad salvadoreña. Esos casos son una campanada de alerta sobre el estado de la salud mental en la sociedad salvadoreña, una temática de la que usualmente se habla pero que también pasa desapercibida y casi olvidada.

El año pasado, la Encuesta Nacional de Salud Mental en El Salvador reveló altos porcentajes de estrés, ansiedad y depresión en niños, adolescentes y adultos. Los casos arriba mencionados pueden ser una muestra de cómo la sociedad está sumida en estos problemas.

Hay que recordar que los salvadoreños hemos vivido momentos traumáticos durante las últimas décadas, desde la traumática guerra civil entre 1980 y 1992, las separaciones familiares, las catástrofes naturales y la horrible violencia provocada por las pandillas, todo nos ha afectado de manera conjunta sin capacidad alguna de sanar mentalmente.

La Encuesta Nacional de Salud Mental hizo hallazgos graves en todos los estratos de edad de la sociedad salvadoreña. Los niños presentan problemas de conducta, estrés postraumático o angustia moderada; muchos han sido víctima de bullying.

En la población adolescente prevalecen síntomas de trastorno de depresión mayor y muchos han presentado ideación, planeación y autolesión suicida. Y entre los adultos, también hay síntomas significativos de estrés postraumático y trastornos de ansiedad.

De manera que afrontamos problemas serios, graves y cada vez que vemos una ola de suicidios o una cadena de asesinatos de bebés, debemos reflexionar sobre esta problemática. Urge una campaña de salud mental, urge una atención especializada y una sanación de nuestros traumas personales y colectivos, de por sí profundos por nuestra dolorosa historia.